Camina hacia su trabajo. Es temprano por la mañana, pero se quedó un rato más en la cama y va con el tiempo justo, así que no tomó desayuno. Entonces compra a la pasada un café y un sándwich en esos puestos que se ponen en la calle. El café viene en un vaso térmico de poliestireno, el sándwich viene bien envuelto en esa película plástica transparente. Cuando se instala en su puesto de trabajo, y luego de terminar su desayuno, arroja el vasito y el plástico al tacho de la basura y se olvida de ellos. Muy cómodo: no tendrá que lavar una taza y un plato.
Pero, ¿se ha puesto a pensar qué ocurre con ese vasito y la película plástica? ¿Ha pensado en que tuvieron una vida útil de unas pocas horas y no serán reutilizados y seguramente tampoco se reciclarán? ¿Y qué alternativas tiene si no? Después de todo, usted no tenía elección... ¿O sí?
Para responder esas y otras preguntas le presentamos nuestra sección más esperada (nadie, nunca), la que todos estaban pidiendo (nadie la pidió): un nuevo capítulo al estilo Etilmercurio de nuestras entrevistas Sin Conflictos de Interés (SCIencia).
Hoy abordaremos el tema de la basura, especialmente el de la basura plástica. Se trata de un tema que por fin ha empezado a generar conciencia ahora que en Chile se aprobó una ley que prohíbe la entrega de bolsas plásticas en supermercados y pequeños comercios. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Medio Ambiente 2017-2018, un 95% de la población está de acuerdo con la prohibición de bolsas plásticas: lo positivo de su evaluación incentiva ahora una ley similar, pero para las bombillas plásticas.
El objetivo de estas leyes es frenar un proceso que tiene consecuencias desastrosas tanto para el medio ambiente como para el ser humano: el plástico en los océanos (1) y en los rellenos sanitarios.
No es mucha la gente a la que le apasiona lavar la loza, sobre todo cuando los volúmenes son elevados (digamos fiestas, convivencias, malones). Es por eso que los cubiertos y platos desechables parecen una cómoda solución. Pero, ¿cuánto vale nuestra comodidad? ¿Qué diría usted si supiera que ese tipo de acciones no solo daña un sistema enorme que nos provee un sinfín de servicios ecosistémicos, sino que también está haciéndole comer partículas de microplástico? ¿Sabía usted que se estima que un europeo típico podría estar ingiriendo de 1.800 a 11.000 partículas de microplástico al año (2)? Y no, dejar de comer productos marinos no necesariamente lo impide, porque también se ha encontrado evidencia de que el microplástico ha entrado en la trama trófica de los organismos terrestres (3). Peor aun: se ha descubierto que el 83% del agua potable del mundo está contaminada con microplásticos, una cifra que se eleva a 94% en Estados Unidos (4).
Desafortunadamente, aún no hay estudios concluyentes sobre el daño que podrían tener los microplásticos en la salud humana, pero hay muchas razones para sospechar que son peligrosos (4, 5, 6). De hecho, en estudios de laboratorio se ha descubierto que la ingesta de microplásticos impacta negativamente la microbiota y el metabolismo de ratones (7) y hay evidencia de que también podrían acelerar la resistencia de las bacterias a los antibióticos (8).
Ya lo decía Aqua: «Life in plastic, it’s fantastic!»
La ciencia de la basura
Desde la segunda mitad del siglo XX, el plástico se ha convertido en el símbolo omnipresente del estilo de vida occidental. Pero también se ha convertido en un problema complejo: es un material por lo general no biodegradable, que puede fragmentarse con facilidad y algunos de ellos son muy difíciles de reciclar. De hecho, cada tipo de plástico necesita de procesos distintos para su reciclado y en algunos casos el reciclaje simplemente no es rentable (9 y 10).
Por ello, hemos decidido conversar con parte del equipo científico que ha impulsado la investigación en el área de la basura en Chile. Bajo el nombre de Científicos de la Basura, estos investigadores y académicos que tienen su cuartel general en la Universidad Católica del Norte en Coquimbo, donde han desarrollado una red de trabajo que involucra grandes esfuerzos logísticos a lo largo de todo Chile. Y cuando decimos todo, es verdaderamente todo: incluso Rapa Nui y el archipiélago Juan Fernández. Son una verdadera Liga de la Justicia… pero de la basura.
Sede de los Científicos de la Basura en la Universidad Católica del Norte. Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia. Créditos: McDoobAU93 (CC BY-SA 4.0, disponible aquí).
María de los Ángeles Gallardo es doctora en ecología y biología aplicada de la Universidad Católica del Norte; Daniela Honorato es bióloga marina y coordinadora nacional de Científicos de la Basura: ambas accedieron amablemente a compartir con Etilmercurio sus conocimientos y experiencia en este tema. Además, nos invitan a reflexionar sobre qué tan basuriento se ve el futuro de nuestra civilización.
Hablemos un poco de cifras. ¿Qué tan grande es el problema del plástico en los océanos?
María de los Ángeles Gallardo (MAG): Es muy grande. Según estimaciones del capitán Charles Moore, estamos arrojando al mar ocho millones de toneladas de plástico al año. Se espera que para el 2025 una cuarta parte de la biomasa de peces corresponda a plástico. Y el problema va en aumento.
En este panorama, ¿cuál es el objetivo de los Científicos de la Basura?
MAG: Somos un grupo de investigadores de la Universidad Católica del Norte que en el 2007 desarrollamos el programa de ciencia ciudadana «Científicos de la Basura». Junto con escolares y profesores aplicamos el método científico para investigar el problema de la basura en la zona costera y en los ríos de Chile.
¿Puedes contarnos sobre la composición de esta basura? ¿Hay muchas latas de chela, vasos plásticos, cigarrillos, condones…?
Daniela Honorato (DH): Depende. La basura en las playas continentales se generan en forma local, pero en Rapa Nui no tiene origen local, sino que son arrastradas por corrientes oceánicas desde lugares remotos. Esto se puede ver por la morfología de la basura: es basura que llega muy desgastada y también con organismos adheridos en la basura, que están viviendo en la basura. Esto ocurre cuando la basura ha pasado mucho tiempo en el mar. Entonces, en Rapa Nui, el porcentaje de plásticos es de un 80-85%, es mucho mayor que en el continente, y prácticamente no hay metales y vidrios, es muy muy bajo el porcentaje de estos materiales que no flotan. Además, como la isla está cerca del centro del giro del Pacífico Sur, la cantidad de basura que llega es enorme. En el continente hay mucho plástico (como 40-60%), pero también muchísimas colillas de cigarrillos (el 60-40% de la basura son colillas), lo que demuestra que el origen de la basura en las playas es recreativo, no industrial.
El plástico de Isla de Pascua se encuentra muy gastado, muy fragmentado, incluso carcomido por organismos. Tenemos muestras, por ejemplo, de botellas de cloro o de artículos de limpieza y que ya están carcomidos por los organismos marinos […]. Y además tienen estos organismos adheridos, que están viviendo sobre los desechos. Esto puede generar un problema a nivel más ecosistémico [porque] puede contribuir a la colonización de especies invasoras.
Honorato cuenta que en 2016 se hizo por primera vez un muestreo en una playa de la isla Robinson Crusoe y se descubrió que allí predominaban tres materiales: vidrio, metal y plástico. La conclusión a la que llegaron por la composición y estado de la basura es que esta tiene un origen mixto: local y arrastrada por las corrientes oceánicas.
¿Y cómo han podido coordinar el trabajo con estudiantes de colegio en lugares tan remotos como la Región de Magallanes o Rapa Nui? Honorato explica que los Científicos de la Basura brindan apoyo metodológico y científico necesario a los colegios, profesores y estudiantes para guiarlos en la actividad de toma de muestras: «Esto nos ayuda a asegurar la rigurosidad científica de la metodología […]. No podemos olvidar que lo que estamos haciendo nosotros en nuestro nuestro programa es ciencia ciudadana», dice la coordinadora del programa. En este trabajo colaboran también con académicos o biólogos marinos de la zona donde se ubica el colegio: «Muchos de ellos son exestudiantes de la Universidad Católica del Norte, porque los biólogos marinos de la UCN están repartidos en todo Chile».
MAG: Yo hace rato que no participo directamente con los escolares. Pero en las primeras versiones de los científicos me tocó ser monitora, fue una experiencia muy entretenida. Me di cuenta de que las preguntas que emergen espontáneamente de los estudiantes luego de la observación son preguntas ecológicas. Esto último es muy interesante, porque nos indica que la ecología es una ciencia que está dentro de nuestro ADN. He aplicado lo que aprendí en otros proyectos que he desarrollado en los últimos años. Los niños son curiosos por naturaleza y la ciencia se construye desde la curiosidad y la observación… Ellos ven cosas que para nosotros están normalizadas.
¿Y qué pasa con la basura de los vertederos y rellenos sanitarios? ¿Es peligrosa o podemos enterrarla y olvidarnos de ella para siempre?
MAG: Hay diferencias técnicas entre vertederos y rellenos sanitarios. Los primeros son solo hoyos donde se entierra la basura, mientras en los segundos los suelos son protegidos por geomembranas para evitar los percolados [líquidos que vienen de la propia basura y pueden estar pasando por procesos bacterianos, que son tóxicos si pasan al suelo: por eso huelen fuchi]. Poseen chimeneas para los gases, cuentan con sistemas de gestión etc. Sin embargo, ambos son sitios donde llegan vectores que dispersan la basura, los olores pueden afectar la calidad de vida de poblaciones cercanas y en el caso de vertederos puede haber líquidos percolados que contaminen las napas y que finalmente eso llegue eso al mar. En Coquimbo tenemos problemas por la saturación del único relleno sanitario en la Región, cuya proximidad a la Higuera, la Rinconada la Herradura y la Herradura oriente tiene a los vecinos permanentemente preocupados por los olores.
DH: También está el tema de las colillas. La colilla de cigarro es súper tóxica: el filtro retiene gran parte de las toxinas que tiene el tabaco y otros aditivos del cigarrillo, como el alquitrán. Los filtros de la colilla de cigarro liberan un montón de toxinas y la gente tira las colillas en cualquier parte.
Al consultar sobre la ley que prohíbe las bolsas plásticas, hay consenso en que es un paso en la dirección correcta, «pero solo un primer paso», dice Honorato. «Esto no puede verse en términos simplemente prohibitivos: la prohibición de bolsas plásticas debería ser un símbolo del cambio en los hábitos de consumo, algo que genere cambios de conducta», dice la bióloga marina. Para ella, lo ideal sería «reducir el consumo solo a lo que realmente necesitamos», siempre priorizar los productos reutilizables, reparar, compostar la basura orgánica (según Honorato, el 40% de la basura es compostable) y, solo como última alternativa, reciclar.
MAG: La Nueva Ley 21.100 de bolsas plásticas promueve la reducción de uno de los plásticos de un solo uso que más frecuentemente son encontradas en los mares, ríos… Bueno, en todos lados. Pero se han extendido dos discursos que para mí no tienen asidero real, lo que promueve el rechazo a esta ley: primero, que se producirá un problema sanitario ya que la gente no tendrá bolsas para botar la basura; segundo, que los supermercados están lucrando con la bolsas reutilizables y por eso se suman a la prohibición (cuando se trataba de ordenanzas). Con respecto al primer punto, cuando yo era niña había un tarro de la basura al que no le poniamos bolsa negra ($$$) y luego de que pasaba el camión, mi mamá lavaba el tarro… Nunca necesitamos bolsas. Segundo, ni las tiendas ni los supermercados pueden exigirnos comprar solo usando sus bolsas. Podemos hacer bolsas de ropa vieja o que ya no nos quede. Mis abuelas hacían bolsas de sacos harineros.
Lo preocupante es que ambos argumentos se están extendiendo por las redes sociales, sin que hagamos un cuestionamiento crítico. Eso hace que mucha gente tenga rechazo por esta medida. Las personas que repiten estas ideas no son como el Pastor Soto, pero repetir un discurso sin analizarlo está rozando el fanatismo y eso es dañino en todo ámbito.
Más allá de los artículos científicos publicados, ¿han notado algún cambio real en la sociedad a partir de sus trabajos y charlas de divulgación?
MAG: He notado que la intención de reciclar ha crecido. La gente está mirando su entorno, pero tristemente es más por moda que por cambiar a una mirada más ecológica. El cambio que he notado es que ahora se «ve» el problema, pero aún falta mucho para que el ciudadano se haga cargo de su responsabilidad en el problema de la basura. El ciudadano tiende a culpar a la autoridad por no limpiar, pero no reflexiona sobre su rol en que esté sucio… Creo que eso está cambiando de a poco, pero los cambios de conducta son muy graduales.
DH: Tenemos la convicción de que es muy difícil limpiar lo que ya está. Por eso, lo que importa por ahora es prevenir que entre más basura al ambiente. Por eso, proponemos el uso de las cinco «R»: reutilizar, reducir, reparar, reciclar y regular. Lo primero y lo más importante es reducir el consumo. Muchas veces estamos adquiriendo cosas que ni siquiera necesitamos: si reducimos el consumo solo a lo que necesitamos y reparamos lo que se puede reparar, se reduce en forma sustancial los residuos que generamos. El reciclaje debería ser la última instancia, ya que no es la panacea que muchos piensan. Por último, la regulación. Es muy importante regular lo que hacen las empresas y aquí entra la ley de responsabilidad extendida del productor. El problema es que esta ley todavía no tiene un reglamento que permita implementarla: habría que darle extrema urgencia al reglamento de la ley, ya que estamos llegando a un punto de no retorno en lo que se refiere a la generación de los desechos industriales prioritarios que contempla la ley.
Gallardo explica que esta ley responsabiliza a los productores de los desechos que se generan en la etapa postventa y, por lo tanto, los obliga a disponer de los medios necesarios para que los desechos sean tratados de forma responsable. El problema es que este punto, el más importante, aún no tiene reglamento y, por lo tanto, aún no se aplica (pese a que la ley se promulgó en mayo de 2016).
Otro problema que detecta Gallardo en la ley es que no considera incentivos para el reciclaje en las regiones extremas de Chile. «El problema actual es que la gran mayoría de las empresas que reciclan están en Santiago. En regiones, lo que más hay son empresas que clasifican y compactan el material de reciclaje, pero no lo convierten en productos nuevos», dice la doctora en ecología y biología aplicada. Explica que trasladar este material a la capital se vuelve cada vez más costoso con la distancia (al punto de ser poco rentable). Y no se trata solo de costos en dinero, sino también ambientales: trasladar material para reciclaje en un camión a petróleo que viaja dos mil kilómetros también impacta el medio ambiente.
No obstante, «lo más importante», destaca Gallardo, «es que la ley responsabiliza a las empresas y a las personas como generadoras de desechos». Es decir, se trata de un cuerpo legal que, por primera vez, reconoce el deber de los privados en la gestión y la disposición de los desechos, lo que es cambio de paradigma importante. Un cambio de paradigma que significa también adquirir conciencia de qué tan contaminantes son algunos desechos con respecto a otros.
La cultura de lo desechable
«El problema de la basura no es solo ambiental, es el reflejo de una sociedad esclava por el consumismo depredador», afirma Gallardo. «Los efectos no solo se reflejan en la basura en el ambiente, sino también en la salud, el turismo, la economía».
¿Qué puede hacer la gente común para ser parte de la solución al problema de la basura? ¿Y a nivel institucional?
MAG: Lo principal es reducir nuestro nivel de consumo en general (de paso mejoramos nuestra economía familiar), comprar a granel y ojalá preferir productos locales, reducir el consumo de plásticos de un solo uso, evitar la «versionitis» (cambio de electrónicos solo por aparentar un nivel de exitismo impuesto por el mercado y no por necesidad real del equipo), reutilizar en la medida de lo posible y, por último, reciclar. Sobre estos tips que acabo de mencionar hay algunas cosas que son de facil implementacion, pero el comprar a granel es difícil, porque no hay opciones en todas las ciudades y los productos locales por lo general son más caros que una hamburguesa.
Honorato explica que muchas veces se ve el reciclaje como la bala de plata que acabará con el problema de la basura… Pero no es tan sencillo: «Hay algunos tipos de plásticos que no se pueden reciclar y otros que son de muy mala calidad y no tiene sentido reciclarlos», explica. Quemarlos como combustible tampoco es una solución porque son demasiado tóxicos, dice Honorato. Otra solución que estuvo aplicando Europa durante mucho tiempo fue enviar su plástico a China para que allí lo convirtieran en nuevos productos, pero, recientemente, este país cerró sus puertas al reciclaje de plásticos. «Solo podían reciclar un 30-40% del plástico que les llegaba», afirma Honorato.
«Los plásticos no pueden ser todos reciclados», explica Gallardo. Dependiendo de su composición, los plásticos se categorizan principalmente del número 1 al 7. «Los que son más fáciles de reciclar son los PET (n°1: botellas de bebidas y jugo) porque hay mercado, son fáciles de reconocer y hay opciones para su recepción en casi todas las ciudades», dice Gallardo. En cambio, los plásticos 3, 5 (de baja densidad), 6 y 7 «no tienen mercado y no se reciclan masivamente en Chile». «Lo más triste es que la vajilla desechable está hecha de estos polímeros… Es decir, usamos plástico desechable que no puede ser reciclado», dice la académica.
¿Y de qué tipo de poliestireno están hechas las mal llamadas galletas de arroz?
MAG: Jajajajaja. Yo tengo alergia al trigo y como productos para celíacos. Hago una diferencia entre los tipos de galletas de arroz como las de «plumavit» que no me gustan por el alto contenido de sodio y las de «cholguán» que son más ricas. Lo que no me gustan son los envases de las galletas: en ambos casos, los plásticos no tienen mercado en Chile para su real reciclaje. Creo que ya es el momento de cambiar el tipo y la cantidad de embalaje de los snacks. A veces, para encontrar la galleta o una bolsa de té tienes que sacar más capas que a una cebolla…
DH: Nosotros lo que pensamos que lo ideal es cambiarse a lo reutilizable. No andar tampoco con bolsas que sean de almidón de maíz o que se van a biodegradar o a diluir en agua porque eso no cambia la mentalidad de lo desechable. En el de productos que sí necesitan un embalaje, como los alimentos, entonces solo ahí deberían usarse materiales biodegradables o solubles en agua.
Sabemos que ustedes apuntan a cambiar el paradigma de la sociedad: reducir el consumo exagerado, comprar menos zapatos, no cambiar el teléfono todos los años, reciclar lo más posible… ¿Es esto posible? ¿Hay ejemplos de éxito en este cambio? ¿O estamos condenados a llenar el mundo de basura plástica como en Wall-E?
MAG: Es difícil porque la sociedad actual define el exitismo sobre tus bienes materiales y no sobre tus capacidades o tus forma de ser (bueno, amable, solidario, un ciudadano activo, etc). Además, tenemos que tener «el pasto más verde que el vecino», produciendo una carrera de acumulación. Creo que es posible mejorar esto… Aún no veo una receta universal, pero creo que se pueden hacer cosas a nivel local… Pero como dije antes, los cambios de conducta se hacen gradualmente y son lentos, mientras que la tasa de generación de basura/depredación de recursos es gigante… Tristemente, creo que Wall-E puede hacerse realidad.
¿Qué es lo más triste que han visto en estos años de proyecto?
MAG: El aumento progresivo de la basura, que usemos la red que usemos, estudiemos donde sea… Siempre encontramos basura… Encontrar microplásticos en el plancton, en el fondo de mar, en las islas, en todas partes… Es muy triste.
¿Estamos comiendo plástico hoy en día? ¿O exageran quienes dicen que la carne y los mariscos tienen microplásticos?
MAG: Estamos llenos de microplásticos, nuestra ropa está hecha en parte de plásticos, comemos y respiramos plásticos constantemente. El plástico está hecho de petróleo, sabemos que el plástico en general puede acumular toxinas y las puede transferir. Se sabe también que muchas de estos tóxicos se pueden acumular en los lípidos (grasas de los animales). También se sabe desde hace menos de 10 años que los plásticos están en toda la trama trófica. Sabemos que muchos vertebrados mueren producto de obstrucción intestinal por plásticos. Lo que aún se está estudiando es el efecto toxicológico de la ingestión de plástico y cómo esto pueda afectar la salud de los animales, de cómo esto se puede transferir o bioacumular a través de la trama trófica. [Pero] desconozco si existe algún trabajo que estudia los microplásticos por tipo de plástico y su grado de toxicidad.
Si fueras un animal, ¿cuál serías y por qué?
MAG: Si fuera un animal distinto al mamífero de la especie Homo sapiens a la que pertenezco, me gustaría ser un gato. Los gatos son independientes, muy eficientes, plásticos en sus conductas, hábiles y ágiles (de esta última característica adolece mi ser). Creo que en caso de desastre masivo y caída de la humanidad, los gatos no tendrían problemas y sobrevivirían de lo más bien.
Finalmente, la pregunta que hacemos a todos nuestros entrevistados: ¿cómo afecta esto a Boca?
MAG: Si la gente reduce sus residuos habrán menos proyectiles (como botellas desechables) para tirar en los estadios… Mejoraría la seguridad jajajajaja.