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La Semana de la Tierra en tiempos del caos climático

Autor
Categoría
Ciencia
Geofísica
Fecha de Publicación
2019/04/27
Temas
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Por Cindy Mora-Stock (@cindy_sismologa), geofísica, y Verónica Oliveros (@verolivero), geóloga.
En enero de 1969, en las costas de Santa Bárbara, California (EE. UU.), una plataforma petrolera provocó uno de los vertidos de petróleo más grandes de la historia. La perforación rompió el fondo marino y el crudo escapó sin control al ritmo de miles de litros por hora: la marea arrastró los cadáveres de delfines y focas. Miles de aves y peces perecieron. Los trabajadores tardaron más de once días en controlar el derrame y las consecuencias del desastre continuaron por décadas. La situación fue tan dramática que los políticos se unieron a las voces de activistas medioambientales: era necesario concientizar sobre el cuidado de nuestro entorno y las malas prácticas de la actividad humana.
Es en conmemoración de este desastre que se creó el Día de la Tierra.
Celebrado en un comienzo en el Equinoccio de Primavera en el Hemisferio Norte, el Día (y la semana) de la Tierra migró alrededor del 22 de abril como una forma de motivar a los estudiantes en su semana sin clases a participar de una serie de eventos de concientización medioambiental. Por ello, toda esta semana —desde el lunes 22 de abril— en el mundo se busca no solo celebrar la Tierra, sino también reflexionar y analizar sobre la huella que nuestra especie está dejando en el planeta. A comprender la importancia de mantener una relación armónica entre todas las especies y la naturaleza. Se trata de una conmemoración y celebración que trasciende países, culturas, accidentes geográficos, y continentes.
Chile es un país profundamente ligado a su «Tierra». Cada una de las actividades diarias de quienes habitamos el país está intrínsecamente condicionada por el territorio y su dinámica a escala de días, años, décadas, siglos y más.
El Salar de Atacama es un ecosistema íntimamente ligado a las comunidades humanas que lo habitan y que se encuentra amenazado por el caos climático y la actividad humana, particularmente la minería del litio. Créditos
En el pasado, hemos dependido de la cordillera, del Valle Central, los ríos, los volcanes, el desierto y los lagos, y nuestro futuro depende de ellos también. Gran parte de nuestra identidad está asociada a los paisajes locales que, a su vez, representan un patrimonio único para la humanidad entera. Así es como, por ejemplo, en la Araucanía se emplaza Kütralkura, el primer geoparque chileno reconocido por la Unesco, en el cual el territorio —volcán Llaima, lago Conguillío, río Cautín, bosques de araucarias, etc.— y la comunidad que lo habita forman una unidad indivisible.
El volcán Llaima y el lago Conguillío, parte de Kütralkura. Créditos
Es esta geografía particular la que también nos hace vulnerables: se estima que Chile es el país latinoamericano que se verá más afectado por la escasez hídrica en los próximos años. El Día de la Tierra y su llamado a la utilización racional y controlada de los recursos que nos ofrece es entonces sumamente relevante para nosotros.
Como geocientistas, nuestro trabajo y estudio está enfocado en la Tierra: en comprender y entender sus procesos; en aprender sus ciclos para un mejor aprovechamiento de sus altos y bajos; y en buscar mejoras que permitan una vida armónica entre las comunidades humanas y el territorio.
Muchas mujeres se desarrollan en carreras relacionadas con las ciencias de la Tierra y el medio ambiente, y también en muchas otras líneas de estudio que pueden aportar al objetivo, como la ingeniería, el derecho y la educación. Todas y todos podemos aportar desde nuestra vereda particular. Las ciencias pueden generar grandes aportes al investigar y desarrollar nuevas tecnologías para el reciclaje y reutilización de residuos, al crear maquinarias menos contaminantes, cambiar nuestros hábitos de consumo y modificar nuestra matriz energética apuntando a energías renovables de bajo impacto medioambiental: todo esto es de vital importancia en la lucha contra cambio climático. La educación y concientización del valor de nuestro entorno, de lo irremplazable de nuestros recursos naturales, de nuestro vínculo con el medioambiente y el planeta son la piedra fundacional para quienes vivirán en un futuro de condiciones adversas.
Nuestra labor es, por lo tanto, empoderar a las nuevas generaciones —en especial a las niñas y jóvenes— a observar la Tierra, a comprenderla, a imitarla y a desarrollar la sociedad en los tiempos y espacios que ella nos permite. Hacerles partícipes de los esfuerzos por generar una economía circular, que respete la biodiversidad y la diversidad social humana. Y, sobre todo, escuchar sus opiniones, porque son las nuevas generaciones las que más sufrirán las consecuencias del actuar humano en el planeta.
La formación científica de los y las jóvenes debe ser expandida y generalizada, pero no puede estar desacoplada de la comprensión y respeto por la Tierra. Nuestro actual modelo de desarrollo económico funciona sobre la idea de que los recursos son ilimitados y, por lo tanto, la expansión también puede serlo. Esto amenaza el sustento de toda la vida en la Tierra, por lo que se hace fundamental reenfocarnos a una mirada más integradora respecto del frágil espacio que ocupamos en nuestro planeta.
Fotografías por Cristina Dorador.
Verónica Oliveros es geóloga, Magíster en Ciencias mención Geología por la Universidad de Chile y doctora en Ciencias de la Tierra por la Universidad de Niza, Francia. Cindy Mora-Stock es geofísica y Magíster en Geofísica por la Universidad de Chile, y Doctora en Ciencias de la Tierra por la Universidad de Kiel, Alemania. Actualmente, Verónica es profesora asociada del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Concepción y Cindy es investigadora postdoctoral en el mismo departamento. Ambas pertenecen a la Red de Investigadoras (RedI), que busca visibilizar el trabajo de las mujeres en ciencias.