Agradecemos el aporte de los bacanes Epistemonikos que nos apoyaron con la sistematización de evidencias científicas.
En una constelación de tratamientos mágicos (pedacitos de hueso de un santo o pulseras de los once poderes), el fundamento de la homeopatía suena bastante cuerdo. La homeopatía fue creada por el médico alemán Samuel Hahnemann (1755-1843), quien sostenía que un paciente podría curarse de su enfermedad si usaba una medicina que fuera capaz de producir los mismos síntomas de la enfermedad en pacientes sanos, pero en un grado menor a la manifestación común de la patología (1). Su teoría se basa en los principios la «ley de similares» y la «ley de los infinitesimales». ¿Cómo fue que Hahnemann desarrolló estas ideas? Ni idea...
Sin embargo, es posible que los principios le parezcan familiares. ¿Por qué? Porque se parecen a los fundamentos de la vacunación. En la vacunación, lo que se hace es inocular en una persona una versión debilitada o muerta de un microorganismo causante de enfermedades para estimular el sistema inmunológico y, de esta forma, hacerle inmune a la versión más potente de la enfermedad. De hecho, cuando Edward Jenner introdujo las vacunas en 1798, Hahnemann creyó que le hablaba al oído y pensó que esto confirmaba su teoría (2).
¿Cómo dice que dijo?
El método tras la homeopatía está regido por los dos principios fundamentales ya mencionados: el de similitud, el de dosis infinitesimales, más el de individualización del tratamiento.
Debemos aclarar que los productos homeopáticos no son lo mismo que las hierbas medicinales. Aunque la homeopatía utiliza sustancias de origen mineral, vegetal o animal, con ellas obtiene «cepas» que son «diluidas» y «dinamizadas» de forma secuencial. Las diluciones, decimales de Hahnemann (XH o DH) o centesimales de Hahnemann (CH), reducen sucesivamente el contenido del producto original (3).
Vamos a enredarnos con algunos cálculos. El número de Avogadro expresa el número de moléculas por mol. Si la preparación inicial tiene la concentración de 1 mol/L en una determinada sustancia, la disolución decimal requerida para que el número de moléculas sea inferior a 1 por litro es 1 parte en (12CH o 24XH), ya que moléculas por litro.
Entonces, en la disciplina homeopática, 15 CH significa tomar una parte del extracto (que es un conjunto de muchos compuestos distintos) de algún animal o planta y diluirla en 99 partes de agua. Luego se toma una parte de esa muestra y se diluye nuevamente en 99 partes de agua... Y se repite el proceso 15 veces. Por lo tanto, el 30 CH es repetir dicho proceso 30 veces, 50 CH es repetirlo 50 veces... A esto se le llaman centesimales Hahnemannianos.
Acá un ejemplo de como sería una dilución de 6C (imagine usted una 30C). Fuente: BBC
Tras cada dilución hay que seguir un ritual que llaman «sucusión» el cual implica, según Samuel Hahnemann, agitar la solución en varias direcciones y golpearla con una Biblia (4) (TAL COMO LEYÓ). Así que ya sabe: si quiere asegurarse de la buena calidad de un producto homeopático de 30 CH, recuerde preguntar si golpearon el preparado 30 veces con una Biblia (ni una más, ni una menos). Pero existen diluciones aun mayores: el Oscillococcinum, por ejemplo, que se ofrece todos los inviernos en las farmacias, se produce a través de una dilución de extractos de hígado y corazón de pato de... 200 CH.
Como curiosidad, le contamos que también existen las diluciones korsakovianas (K) . Semen Nicolaevich Korsakov (a dos manos) inventó una manera más rápida de preparar diluciones homeopáticas altas (más diluidas). En la homeopatía clásica (?), al preparar una dilución, se trasvasa una porción de la dilución a un nuevo frasco para continuar con las diluciones. Lo que hizo Korsakov (los envidiosos dirán que era flojo) fue agitar la dilución y botar todo el contenido del frasco, recuperando solo lo que quedaba adherido a las paredes. Ahí mismo agregaba más agua para hacer la siguiente dilución, asumiendo arbitrariamente que se trataba de una dilución 1:100.
En definitiva, y retomando nuestra cháchara sobre el mol y el número de Avogadro, con las diluciones habituales de los productos homeopáticos superiores a 12 CH o 24 CH no habrá ninguna molécula del producto original en la formulación final (3). Pero esta afirmación podría sonar tendenciosa: ¿quién podría asegurar que ni una sola molécula aprendiz de Houdini no se coló casualmente en el preparado final? Así es que pondremos un ejemplo.
Para la homeopatía, un remedio contra el insomnio sería una dilución de 30 CH de cafeína (recuerde la «ley de similares»: si la cafeína quita el sueño, entonces una dilución homeopática de cafeína debería restaurarlo). Una dilución de 30 CH equivale más o menos a diluir una taza de café en una esfera de agua del tamaño del Sistema Solar, revolverla bien, golpearla 30 veces con una Biblia (en este caso, una Biblia del tamaño de una estrella hipergigante como VY Canis Majoris), luego tomar un poquito de esa agua y... ¡Cha-nan! Homeopatía.
Recapitulemos: la homeopatía afirma que un medicamento se vuelve más efectivo mientras más se diluya, siendo aún más potente cuando es diluido al punto de eliminar por completo su sustancia activa. Es decir, el principio activo adquiere todo su poder cuando desaparece... tiruriru tiruriru (tararee aquí la música de Twilight Zone).
Incluso quienes defienden la homeopatía reconocen que el mecanismo por el que «actúan» los productos homeopáticos es desconocido. Pero seamos sinceros: la mayoría de estos productos son simplemente agua con azúcar. De hecho, el azúcar más cara del mundo, porque si 30 g de Oscillococcinum pueden costar 26,9 euros, entonces 1 kg de esa azúcar costaría 897 euros o más de 690 mil pesos chilenos (!).
El Oscillococcinum es un preparado vendido por la industria homeopática Boiron que contiene un macerado de vísceras de pato (el «Anas barbariae»: no apto para gente vegana) en una dilución de 200 K. O sea, echaron el preparado en un recipiente de 100 ml, lo vaciaron, lo rellenaron con agua, lo vaciaron de nuevo... Y así 200 veces. Y del preparado final, rescataron 0,01 ml que mezclaron con 0,85 gramos de sacarosa y 0,15 gramos de lactosa, creando una dosis de 1 gramo. ¿Ya sacó la cuenta de cuánto es 0,85 + 0,15?
Pero si la dilución homeopática no tiene ni una sola molécula de su «principio activo», ¿cómo es que podría producir efecto? Esto trató de explicarlo el homeópata francés Jacques Benveniste (Ilustre ganador de dos IgNobel) a través de su hipótesis de que el agua tendría la propiedad de retener la memoria de los anticuerpos u otras sustancias diluidas en ella. Es decir, el agua tendría recuerdos de todas las moléculas con las que estuvo en contacto y podría reproducir sus efectos a través de su dilución. Por supuesto, estas afirmaciones nunca han podido ser confirmadas por alguna investigación seria... Y además no explican por qué funcionaría un preparado homeopático con alcohol (idea rápida: si emborracharse borra la memoria, ¿una dilución homeopática de alcohol restauraría los recuerdos de la noche de borrachera?).
Como es de esperar, las autoridades sanitarias de diferentes países han declarado que la «memoria del agua» en el disolvente después de diluciones sucesivas «no tiene credibilidad» (3).
Entonces, ¿cómo es posible que haya gente que siga recetando y comprando homeopatía?
Hablemos de placebo
Se denomina «placebo» a cualquier compuesto que no tiene propiedades curativas pero que, entregado a un paciente a modo de receta, pareciera mejorar su condición. Pero no se trata de un medicamento: el placebo es placebo, es algo que sabemos no generará ningún cambio en el paciente (farmacológicamente hablando). Sin embargo, el efecto placebo es potente. Tan potente que puede aliviar un dolor en forma similar a 6 mg de morfina. Tan potente que incluso afecta a personas que saben que están tomando un placebo y no un medicamento real.
De hecho, también existe el efecto contrario: una persona puede sufrir efectos adversos al tomar un placebo si se le convence de que este tendrá efectos secundarios o cree que no funcionará. A esto se le llama también «efecto nocebo».
Los efectos del placebo han sido ampliamente estudiados en el tratamiento de varios síntomas (incluidos el dolor y la depresión). El hecho es que el cerebro, al creer que está recibiendo un tratamiento, genera respuestas fisiológicas que se asocian a una mejoría. Esta respuesta es autónoma y no guarda relación con la ingesta (o aplicación) del placebo.
A pesar de que la historia médica hace extensiva mención a este tipo de mejoras, el término se acuña recién en 1916 por Macht, en un paper donde estudia el efecto de reemplazar morfina por un placebo en el tratamiento del dolor para un paciente. Éticamente se acepta el uso del placebo en investigación clínica, en circunstancias como: a) frente a la ausencia de un tratamiento efectivo; b) cuando el tratamiento con placebo es corto; c) cuando no agrega riesgo no relacionado a su patología de base; y d) cuando el consentimiento informado firmado por el paciente ha sido claro al respecto (5).
Porque, como veremos más adelante, los efectos del uso de homeopatía son indistinguibles del uso de placebos (cara de sorpresa... OK, no).
¿Qué dice la SIENSIA comprada por las farmafias?
En corto: ningún estudio científico serio ha podido demostrar que los tratamientos homeopáticos tienen algún grado de efectividad similar a los tratamientos de la medicina tradicional (y no por falta de intentos). Es decir, no existe causalidad entre el tratamiento homeópata y la curación de un determinado cuadro.
Acá Rafa Gorgory mostrando la evidencia sobre el funcionamiento de la homeopatía
Si bien existen «mejorías», la homeopatía no ha sido capaz de demostrar de manera estadísticamente significativa que estos resultados no se hayan debido a remisiones espontáneas por los ciclos propios de ciertas enfermedades y/o al efecto placebo (6).
Revisemos a continuación investigaciones publicadas en las base de datos Cochrane y en Epistemonikos. Si no los conoce se los recomendamos. Cochrane es un repositorio de revisiones sistemáticas y Epistemonikos es un repositorio colaborativo de evidencias para la toma de decisiones en salud fundado por dos ñoños científicos chilenos.
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Muchos estudios, países e instituciones han revisado las evidencias científicas y no recomiendan el uso ni el financiamiento público de la homeopatía. Así, en el Reino Unido se estableció que los fundamentos de la homeopatía son teóricamente débiles (27), que el sistema de salud no debería recetar placebos de manera rutinaria y además debería cortarse el financiamiento de hospitales homeopáticos (28, 29). El Consejo Asesor Científico de las Academias Europeas dice que la homeopatía «puede causar daño significativo al paciente porque retrasa el uso de medicina basada en evidencia y tiene el riesgo más general de socavar la confianza del público en la naturaleza y al valor de la evidencia científica» (30). En Australia también se destaca el riesgo de seguir tratamientos homeopáticos (31).
En Estados Unidos van más allá. Se exige que los productos homeopáticos comuniquen de forma efectiva a los consumidores que no hay evidencia científica de que funcionen, además de que sus fundamentos teóricos datan del siglo XVIII y no son aceptados por la ciencia moderna (32).
Aunque en Chile (CE-HACHE-I) no hay un rechazo institucional a la homeopatía, al menos el producto Oscillococcinum fue demandado con éxito. Esto obligó a sus productores a eliminar la publicidad en la que se indicaba que «acababa con el resfrío» al no existir evidencia científica al respecto. La denuncia fue presentada y ganada por la Asociación Escéptica de Chile (AECH) contra el Laboratorio Recalcine. Lamentablemente, en esa ocasión la AECH solicitó apoyo del Colegio de Químicos Farmacéuticos de Chile en la demanda, pero desde el colegio profesional evadieron la participación (33, 34).
¿Por qué tanto escándalo, si el placebo puede hacerme sentir mejor?
Llegado este punto, usted podría decir qué tiene de malo recetar unas pastillitas de azúcar o un poco de agua a alguien si eso puede hacernos sentir mejor (porque efecto Brian Molko y esas cosas). O sea, sería como enojarse porque alguien, además de recibir un tratamiento convencional, le haga una manda a la Virgen, ¿no?
Partamos por consideraciones éticas: un o una profesional de las ciencias médicas debería entregar a sus pacientes información confiable y verídica para que tomen las mejores decisiones posibles. Pero afirmar que un producto homeopático le ayudará a sanarse de una enfermedad vulnera el principio de autonomía y el derecho a recibir información clara y veraz, entre muchos otros.
Peor aún: cada vez es más común conocer casos de personas que han enfermado o muerto por confundir estos productos con un tratamiento real. También hay personas que han sufrido intoxicaciones o efectos secundarios (35,36) por consumo de estos productos que, erróneamente, son considerados inocuos cuando, en general, están mal regulados.
El año 2010, la entidad estadounidense que regula la comercialización y el consumo de medicamentos (la FDA, algo así como los antinarcos pero de los fármacos) emitió una alerta por rastros de belladona en productos destinados a lactantes. Después de un tiempo, las sospechas se vieron confirmadas por una nueva alerta, esta vez por 10 lactantes fallecidos y 400 casos graves por utilizar esos productos homeopáticos (37). Recordemos que la belladona es una planta potencialmente tóxica.
Belladona: Porque obvio, nada más inteligente que meter un fruto venenoso en un producto para niños.
También se han publicado casos de intoxicaciones con productos homeopáticos por metales pesados o por otros componentes tóxicos utilizados en su preparación. Acá puede encontrar muchos más casos.
¿Pero cómo puede un producto homeopático, que está tremendamente diluido, tener trazas de hierbas o productos tóxicos? Simplemente porque las preparaciones utilizan procesos de producción, almacenamiento y distribución que no son fiscalizados por las autoridades sanitarias (o son fiscalizados después de que se producen casos de intoxicación o muerte).
Sin embargo, uno de los casos más impactantes de este año ocurrió en Italia. En ese país, un niño falleció porque sus padres trataron un cuadro de otitis solo con homeopatía, rechazando el uso de antibióticos (38).
También existen versiones homeopáticas de las vacunas antiinfluenza y no se descarta que puedan crearse otras «vacunas» homeopáticas en el futuro. El riesgo con este tipo de vacunas es evidente: reducen el efecto o la credibilidad de las políticas públicas de vacunación y aumentan la posibilidad de brotes epidémicos. Por supuesto, no existe ningún artículo científico que evalúe este producto y no hay datos confiables que avalen la afirmación de que prevenga o trate los cuadros de influenza. La buena noticia es que no tienen ningún efecto secundario (excepto quizás en personas diabéticas) porque, claro, son solo agua con lactosa (39).
Pero la homeopatía es más económica y no lucra como las grandes farmacéuticas...
No podemos diluir la respuesta a esa afirmación: la homeopatía es una gran industria que mueve miles de millones de dólares en todo el mundo.
El año 2009, las ventas de productos homeopáticos recaudaron 1.200 millones de dólares en el Reino Unido, más de 5.000 millones en la India y entre 300 y 20 millones de dólares en los Estados Unidos. La industria Boiron se encuentra en el top de 90 empresas con mayores beneficios económicos de Francia.
El año 2012, la empresa Boiron, frente al riesgo de demanda colectiva por publicidad engañosa, aceptó pagar 12 millones de dólares en Estados Unidos por la comercialización de algunos productos homeopáticos: Oscillococcinum (contra la gripe), Arnicare (contra el dolor), Chestal (contra la tos) y Coldcalm (para el resfriado en niños).
Fuente: Boiron
Cómo andamos por casa
Tomando en cuenta lo anterior, cualquier autoridad sanitaria debería rechazar la incorporación de productos homeopáticos al sistema de salud público, ¿no?
Con mucha vergüenza, debemos reconocer que en Chile eso no pasa. El Ministerio de Salud (Minsal), a través del Departamento de Políticas Farmacéuticas y Profesiones Médicas de la División de Políticas Públicas Saludables y Promoción, se encarga de la orientación de políticas, elaboración de normas, y apoyo a la gestión de las «medicinas complementarias/alternativas». Entre ellas, tal como usted sospecha, está la homeopatía (40).
Según plantea el Minsal, la creación de este departamento se relaciona con reconocer «el derecho ciudadano al acceso libre e igualitario a la protección de la salud y la responsabilidad del Estado de velar por la seguridad y calidad de los servicios que se ofrecen a la población». Pero, ¿se puede defender ese derecho a través de una práctica que no es efectiva, que está mal regulada y que, en algunos casos, puede ser peligrosa? ¿Es coherente invertir recursos públicos (limitados y escasos) para entregar estos productos en la red asistencial?
Por su parte, el Instituto de Salud Pública establece que no hay evidencia de la efectividad de estos productos. Por ello, promueve un registro simplificado de productos homeopáticos (41).
Y aprovechando la coyuntura: mientras un candidato a la presidencia de nuestro país se abstiene de asistir a cualquier debate sobre ciencia y tecnología, el otro se compromete a impulsar y fortalecer la medicina (?) alternativa/complementaria (página 133 de su programa de gobierno).
Entonces, ¿qué hacer con la homeopatía?
La promoción de curas milagrosas en poblaciones vulnerables es especialmente problemática desde el punto de vista ético. Especialmente cuando aleja al paciente de tratamientos efectivos y desvía los escasos recursos económicos de las terapias que han probado su efectividad. Hay casos especialmente preocupantes: por ejemplo, la promoción de homeopatía para el VIH/SIDA en África, o la «vacuna homeopática» (de efectividad nunca demostrada) para la malaria. Y, en un caso más cercano, en el Hospital San Juan de Dios, algunos pacientes son tratados con productos homeopáticos, dándoles falsas esperanzas en el tratamiento de enfermedades en estadios incurables.
Queremos mostrar claridad en este punto: en Etilmercurio respetamos sus creencias espirituales y religiosas. Probablemente, su cultura, tradiciones y su fe le dan explicaciones muy distintas sobre el mundo y las enfermedades. Sin embargo, las políticas públicas en salud no se sostienen sobre un paquete de creencias determinado (que además puede oponerse a otras creencias), sino sobre evidencias y conocimientos validados por la comunidad científica. Por ello, si usted desea invertir recursos personales en homeopatía o asesoría espiritual, está en todo su derecho. Pero el sistema de salud no puede ni debe hacerlo.
Las prácticas médicas se van actualizando en forma constante, a medida que se hacen nuevos descubrimientos y estos son validados por la comunidad científica. En la época en que vivía Hahnemann, los partos se atendían sin ningún tipo de esterilización o lavado de manos (lo que provocaba una altísima letalidad) y la medicina practicaba tratamientos peligrosos como las sangrías (desangramiento con cortes o sanguijuelas). En ese contexto, un tratamiento homeopático parece racional. Después de todo, darle agua con azúcar a alguien enfermo es una idea mucho más sensata que desangrarle, ¿no?
Pero ya no estamos en el 1800. Hoy la viruela está erradicada, gran parte de las infecciones tienen tratamientos efectivos, si usted cuenta con atención oportuna puede sobrevivir a una apendicitis y a muchas otras aflicciones potencialmente letales. Sí, hay muchos tratamientos que tienen efectos no deseados, pero el desafío de un buen profesional de la salud es evaluar los potenciales resultados de un tratamiento antes de actuar. ¿Qué esto implica riesgos? Claro que sí. Pero no hacer nada o tomar agua con azúcar para tratar una dolencia también implica un riesgo. Lo bueno es que la práctica de la medicina se fortalece con cada error y con cada acierto. Es un sistema que aprende de su experiencia.
La homeopatía, no obstante, ha permanecido prácticamente inalterada por 200 años y su efectividad en el tratamiento de enfermedades no ha mejorado ni un ápice. En el mejor de los casos, es un placebo caro y en el peor puede llevar a la muerte (ya sea por la falta de regulación en su producción o por confundir a pacientes que abandonan su tratamiento real). Entonces, si bien la decisión final de utilizarla es algo personal, como sociedad nos merecemos argumentos mejores que un simple «es que a mí me funciona».
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Anexo
Algunos países e instituciones que se han pronunciado contra la homeopatía
Reino Unido
No hay evidencia que sostenga la idea de que sustancias que inducen ciertos síntomas pueden también ayudar a su tratamiento. No hay evidencia que sostenga la idea de que diluir y batir sustancias en agua las pueda transformar en medicinas. Las ideas pilares de la homeopatía no son aceptadas por el consenso científico y no concuerdan con principios largamente aceptados sobre cómo funciona el mundo físico. El reporte del comité en 2010 concluyó que el «principio de similitud» es «teóricamente débil» y esa es la visión establecida de la ciencia médica (27).
Concluimos que los placebos no deberían ser recetados de manera rutinaria por el servicio nacional de salud (NHS) El financiamiento de hospitales homeopáticos —hospitales que se especializan en administrar placebos— no debería continuar y los profesionales médicos no deben mandar a sus pacientes a homeópatas (28).
Las organizaciones que representan la medicina convencional estaban generalmente de acuerdo en apoyar la restricción de la homeopatía en los cuidados médicos primarios del servicio nacional de salud (NHS). Aunque algunos médicos apoyan el uso de homeopatía, La Sociedad Real de Farmacéuticos y la Asociación Médica de Inglaterra se manifestaron en contra del apoyo a la homeopatía como forma de tratamiento y a favor de pasar la homeopatía a la lista negra, respectivamente. El Instituto Nacional de Excelencia Clínica preparó además un guía que muestra que la homeopatía es inefectiva en un amplio rango de problemas de salud (29).
Consejo Asesor Científico de las Academias Europeas:
Mecanismo científico de acción: concluimos que los principios homeopáticos son implausibles y se oponen a los conceptos científicos establecidos. Eficacia clínica: aunque aceptamos que el efecto placebo aparecería en algunos pacientes, estamos totalmente de acuerdo con las extensas evaluaciones anteriores que demuestran que no hay ninguna enfermedad conocida donde haya evidencia de que el efecto de la homeopatía sea robusto, reproducible y más efectivo que un placebo. Además, hay problemas con la información, el consentimiento y la seguridad de los pacientes debido al mal control de calidad de los preparados homeopáticos. Promoción de la homeopatía: destacamos que esto puede causar daño significativo al paciente porque retrasa el uso de medicina basada en evidencia y tiene el riesgo más general de socavar la confianza del público en la naturaleza y al valor de la evidencia científica (30).
Australia
Comunicado sobre homeopatía del Consejo Nacional de Salud e Investigación Médica: basado en el análisis de la evidencia sobre efectividad de la homeopatía, concluimos que no hay ninguna enfermedad en que exista evidencia confiable de la efectividad del tratamiento homeopático. La homeopatía no debería ser usada en el tratamiento de condiciones crónicas, serias o que se pueden volver serias. Las personas que eligen usar homeopatía pueden poner su salud en peligro al rechazar o retrasar tratamientos basados en buenas evidencias de seguridad y eficacia. Las personas que estén considerando el uso de homeopatía deben primero consultar un profesional médico registrado. Los que están usando homeopatía deben informar a su médico tratante y mantener el uso de tratamientos recetados. El Consejo Nacional de Salud e Investigación Médica espera que se le ofrezca al público los tratamientos y terapias basados en la mejor evidencia disponible (31).
Estados Unidos
Promover que se comunique de forma efectiva a los consumidores que 1) no hay evidencia científica de que este producto funcione y que 2) este producto está basado en teorías homeopáticas del 1700 que no son aceptadas por expertos médicos modernos (32).
España
Tres sociedades de farmacéuticos de carácter científico-profesional: la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH), la Sociedad Española de Farmacéuticos de Atención Primaria (SEFAP) y la Sociedad Española de Farmacia Familiar y Comunitaria (SEFAC) han emitido recientemente sendos comunicados en los que señala expresamente que no hay ninguna prueba de que los medicamentos homeopáticos produzcan efectos que los diferencien del placebo. Por ello, solicitan a la administración que regule estos productos para evitar la situación actual.
Diferentes instituciones académicas y sociedades científicas españolas como las Universidades de Barcelona, Valencia, Córdoba, Zaragoza y Sevilla han eliminado la homeopatía de los estudios de posgrado. La Universidad Española de Educación a Distancia ha anunciado que la homeopatía no se podrá cursar en la UNED a partir de 2018. La Sociedad Española de Medicina de Atención Primaria se plantea suprimir en sus congresos las mesas redondas sobre homeopatía.
Existe un riesgo real de que los pacientes prefieran los tratamientos homeopáticos a aquellos tratamientos farmacológicos apoyados en la evidencia científica y que han sido desarrollados siguiendo la metodología habitual en investigación clínica. Esta inclinación por los tratamientos homeopáticos puede tener serias consecuencias para el paciente y un impacto negativo desde el punto de vista social y económico para el sistema público de salud (33).
C-HACHE-I Chile
En Chile el producto Oscillococcinum fue demandado con éxito prohibiéndose la publicidad que indicaba que “acababa con el resfrío” al no existir evidencia científica al respecto. La denuncia fue presentada y ganada por la Asociación Escéptica de Chile (AECH) contra el Laboratorio Recalcine. Lamentablemente, en esa ocasión, la AECH solicitó apoyo del Colegio de Químicos Farmacéuticos de Chile en la demanda, pero desde el colegio profesional evadieron la participación (33, 34).