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El Día Mundial de la Salud y la depresión

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Fecha de Publicación
2017/04/07
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Sandra Almendras, nuestra autora invitada de hoy, es psicóloga clínica de la Ponificia Universidad Católica de Chile y magíster en psicoterapia individual, familiar y de pareja en la Universidad Mayor.
Hoy 7 de abril se conmemora el Día Mundial de la Salud, en el cual celebramos el aniversario de la fundación de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Este año, el tema de la campaña conmemorativa es la depresión. ¿Por qué? Pues para visibilizar una enfermedad que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo.
Que sí, es una enfermedad, no es una excusa para tirar licencias médicas. Y, por desgracia, es una enfermedad sobre la que hay muchos prejuicios.

¿Qué es la depresión?

La OMS define la depresión como «una enfermedad que se caracteriza por una tristeza persistente y por la pérdida de interés en las actividades con las que normalmente se disfruta, así como por la incapacidad para llevar a cabo las actividades cotidianas, durante al menos dos semanas. Además, las personas con depresión suelen presentar varios de los siguientes síntomas: pérdida de energía; cambios en el apetito; necesidad de dormir más o menos de lo normal; ansiedad; disminución de la concentración; indecisión; inquietud; sentimiento de inutilidad, culpabilidad o desesperanza; y pensamientos de autolesión o suicidio» (1). O sea, es como escuchar el OK Computer cada día de nuestras vidas.
Vivir con depresión se caracteriza por la profunda dificultad para sentir placer y disfrutar las experiencias vitales en su más amplio sentido. En resumen, se siente más o menos así:
La depresión, al ser una enfermedad, puede ser sufrida por cualquier persona, de todas las edades, condiciones sociales y de todos los países. Por esta razón, debemos estar alertas a los factores de riesgo que nos predisponen a ella.
Como se trata de una enfermedad del ámbito de la salud mental (y que puede ser diagnosticada por profesionales de dicho ámbito, como psiquiatras y psicólogos), hay una tendencia a estigmatizar tanto a la enfermedad como a quienes la padecen (es cosa de ver cómo tratan al pobre Paribeth en redes sociales). Existen estudios que demuestran que un mayor conocimiento del público general respecto de la depresión y sus implicancias favorece el reconocimiento de la sintomatología, el acceso al tratamiento y la confianza en las y los profesionales del área (2).
¿Dónde se produce el estigma? Un estudio realizado en EE. UU. demostró que aquellas personas con depresión eran percibidas por su entorno como emocionalmente inestables, poco competentes, no confiables y menos interesantes que personas que buscaban ayuda para alguna dolencia física. Estas apreciaciones se incrementaban cuando las personas buscaban ayuda para la depresión (3).
Esto da cuenta del prejuicio sufrido por las personas que padecen depresión y buscan ayuda. La depresión se ve como algo negativo, no aceptable, y que de aparecer debiera resolverse por cuenta propia. Estos prejuicios obstaculizan en forma importante la búsqueda de un apoyo profesional que puede perfectamente curar la enfermedad.

Factores de riesgo

La depresión se produce por una interacción de factores, tanto biológicos como psicosociales, que cobran mayor relevancia en condiciones de estrés y durante situaciones adversas.
Antecedentes familiares de trastornos del ánimo y especialmente de depresión: estudios muestran una alta tasa de aparición de la depresión en adolescentes con familiares directos que presentan antecedentes de haber padecido depresión (4).
Género: las mujeres tienen mayor predisposición a sufrir depresión que los hombres, en una razón de 2:1, lo que se explica tanto por la mayor susceptibilidad a la que están expuestas debido a la mayor cantidad de cambios hormonales implicados en su biología, como a la interacción con su entorno social desde esta condición biológica (5). No obstante, otro estudio sugiere que la depresión masculina podría estar subdiagnosticada. Esto debido a las presiones del rol de género: los hombres tendrían tendencia a evitar hablar de enfermedades mentales y sobre sus emociones (6).
Postparto: existe un mayor riesgo de padecer depresión en el período post parto, debido principalmente a los numerosos cambios bioquímicos que ocurren durante un breve período de tiempo, sumado al intenso estrés que supone hacerse cargo de un ser humano totalmente dependiente de su madre (7).
Abuso de sustancias o alcoholismo: existe una estrecha relación entre el abuso de sustancias o alcohol y el desarrollo de trastornos depresivos y de ansiedad. Se ha observado en algunos casos que la depresión estaría implicada en la aparición del consumo de drogas y durante las etapas de desintoxicación tienden a incrementarse los síntomas depresivos, añadiendo mayor dificultad a la recuperación de ambos desórdenes (8).
Circunstancias vitales adversas: existen diferentes situaciones adversas que pueden incidir en la aparición de un trastorno depresivo (duelos, desempleo, experiencias traumáticas, problemas económicos). Distintos estudios han mostrado la tendencia a la aparición de estados depresivos en mujeres recientemente enviudadas (9), personas con inestabilidad laboral (10) y hasta problemas de intimidad marital (11).
Existen también relaciones entre la salud física y la depresión, por ejemplo en la aparición de estados depresivos en personas con problemas cardiovasculares y viceversa (1).

Tratamiento y prevención

Considerando que la depresión es una enfermedad multicausal, su tratamiento no debe limitarse a uno solo de estos ámbitos, sino que debe integrar el aspecto tanto biológico como psicosocial.
Dentro de los tratamientos existentes se observan dos líneas principales y complementarias de intervención: tratamientos psicológicos y tratamientos farmacológicos.
Entre las intervenciones psicológicas encontramos la psicoterapia individual (desde los diversos enfoques que esta puede ofrecer), los grupos de apoyo, la psicoterapia grupal o familiar, entre otros. En el ámbito farmacológico se encuentran los inhibidores de la recaptación de serotonina y los antidepresivos tricíclicos.
Claramente, Charlie Brown sufre de depresión. Pero no sería bueno que su psiquiatra (que tiene una falta de tacto capaz de provocar un suicidio) le recetara cualquier medicamento.
El o la profesional tratante debe evaluar con mucho criterio los tratamientos que más se ajusten a las necesidades y circunstancias de la persona afectada, considerando tanto los recursos disponibles como los efectos colaterales que el tratamiento puede activar. Los antidepresivos pueden ser eficaces en la depresión moderada a grave, pero no son el tratamiento de elección en los casos leves. Tampoco se deben utilizar para tratar la depresión en niños, excepto en centros especializados (12): de hecho, un uso bien supervisado por especialistas podría disminuir la morbimortalidad en niñas y niños (13). En el caso de los adolescentes tampoco se recomiendan como tratamiento de primera línea y deben ser utilizados con cautela (14).
Aunque la psicoterapia puede ser un excelente tratamiento para la depresión en grados leves a graves, no siempre se encuentra accesible para la población debido a su alto costo y baja disponibilidad en el sistema público. En estos casos, cobra mayor fuerza la psicoterapia grupal, los grupos y redes de apoyo, ya que éstos favorecen la resolución de circunstancias sociales adversas implicadas en la aparición de la depresión.
Está demostrado que los programas de prevención reducen la depresión. Entre las estrategias comunitarias eficaces para prevenirla se encuentran los programas escolares para promover un modelo de pensamiento positivo entre los niños y adolescentes. Las intervenciones dirigidas a padres y madres de niños con problemas de conducta pueden reducir los síntomas depresivos de los padres y mejorar los resultados de sus hijos. Los programas de ejercicio para las personas mayores también pueden ser eficaces para prevenir la depresión (1).

¿Y cómo andamos por casa?

Un reciente reporte de la OMS ubica a Chile entre los países de la región de América con mayor prevalencia de depresión, con un total de 844.253 casos diagnosticados, equivalentes al 5,0% de la población (15). Esta cifra se distancia de la obtenida en la Encuesta Nacional de Salud 2009-2010, en donde un 17,2% de la población declaró haber presentado síntomas depresivos en el último año. De esta encuesta también podemos conocer la diferencia entre casos presentados en mujeres (25,7%) y hombres (8,5%) y la disminución de estos síntomas a mayor nivel de estudio (16).
En Chile, las políticas públicas no se han orientado hacia la prevención de la depresión ni de la salud mental en general. La inversión en salud mental corresponde al 2% del presupuesto total dispuesto para la salud (17), una cantidad insuficiente para ofrecer tratamientos integrales que permitan una recuperación efectiva de la enfermedad, así como una correcta implementación de las estrategias de prevención presentes en el programa de salud mental y psiquiatría del Ministerio de Salud.

Conclusión

La depresión es una enfermedad que puede acarrear consecuencias graves, tanto a nivel individual como social, pero que puede ser prevenida y tratada exitosamente si es diagnosticada a tiempo y se activan las redes de apoyo apropiadas. Para ello, resulta muy importante conocer y entender esta enfermedad: se necesita apoyo profesional y social para curarla, no es producida por falta de «fuerza de voluntad». Alejarse de la persona afectada o no creer en el diagnóstico sólo empeora su situación.
Por ello, debemos eliminar los prejuicios y la estigmatización asociada a su tratamiento, debemos validar la expresión de las emociones y comportamientos que se asocian al sufrimiento de este trastorno.

Referencias

1.
World Health Organization. Depresión [Internet]. Temas de salud. Disponible en: http://www.who.int/topics/depression/es/
2.
Jorm AF, Christensen H, Griffiths KM. The impact of beyondblue: the national depression initiative on the Australian public’s recognition of depression and beliefs about treatments. Australian and New Zealand Journal of Psychiatry. abril de 2005;39(4):248–54.
3.
Ben-Porath DD. Stigmatization of Individuals Who Receive Psychotherapy: An Interaction Between Help-seeking Behavior and the Presence of Depression. Journal of Social and Clinical Psychology. octubre de 2002;21(4):400–13.
4.
Williamson DE, Ryan ND, Birmaher B, Dahl RE, Kaufman J, Rao U, et al. A Case-Control Family History Study of Depression in Adolescents. Journal of the American Academy of Child & Adolescent Psychiatry. diciembre de 1995;34(12):1596–607.
5.
Kessler R. Epidemiology of women and depression. Journal of Affective Disorders. marzo de 2003;74(1):5–13.
6.
Branney P, White A. Big boys don’t cry: depression and men. Advances in Psychiatric Treatment. 1 de julio de 2008;14(4):256–62.
7.
Llewellyn AM, Stowe ZN, Nemeroff CB. Depression during pregnancy and the puerperium. J Clin Psychiatry. 1997;58 Suppl 15:26–32.
8.
Kranzler HR, Liebowitz NR. Anxiety and Depression in Substance Abuse: Clinical Implications. Medical Clinics of North America. septiembre de 1988;72(4):867–85.
9.
Clayton PJ, Halikas JA, Maurice WL. The Depression of Widowhood. The British Journal of Psychiatry. 1 de enero de 1972;120(554):71–7.
10.
Meltzer H, Bebbington P, Brugha T, Jenkins R, McManus S, Stansfeld S. Job insecurity, socio-economic circumstances and depression. Psychological Medicine. agosto de 2010;40(8):1401–7.
11.
Waring EM, Patton D. Marital intimacy and depression. The British Journal of Psychiatry. 1 de diciembre de 1984;145(6):641–4.
12.
World Health Organization. Antidepresores (tricíclicos e inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina) en niños de 6 a 12 años que sufren un episodio depresivo o depresión. [Internet]. Salud Mental. Disponible en: http://www.who.int/mental_health/mhgap/evidence/child/q10/es/
13.
The University of Chicago. Use of antidepressants in children and adolescents [Internet]. Disponible en: https://pedclerk.bsd.uchicago.edu/page/use-antidepressants-children-and-adolescents
14.
World Health Organization. Antidepresores (tricíclicos o inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina) en adolescentes que sufren un episodio depresivo o depresión [Internet]. Disponible en: http://www.who.int/mental_health/mhgap/evidence/child/q11/es/
15.
Depression and Other Common Mental Disorders: Global Health Estimates. Geneva: World Health Organization; 2017. Licence: CC BY-NC-SA 3.0 IGO. Disponible en: http://apps.who.int/iris/bitstream/10665/254610/1/WHO-MSD-MER-2017.2-eng.pdf
16.
Ministerio de Salud, Chile, Pontificia Universidad Católica de Chile, Universidad Alberto Hurtado. Encuesta Nacional de Salud 2009-2010 [Internet]. 2009. Disponible en: http://web.minsal.cl/portal/url/item/bcb03d7bc28b64dfe040010165012d23.pdf
17.
Mauricio Gómez. Salud Mental en Chile y legislación en Salud Mental [Internet]. 2016. Disponible en: https://www.camara.cl/pdf.aspx?prmID=82466&prmTIPO=DOCUMENTOCOMISION