Parte 1: el litio viene del Sur y los autos eléctricos del Norte
Colaboración: Dra. Joseline Tapia @pepeline; Dra. Bárbara Jerez @barbarajerezh; Dra. Ingrid Garcés; Dra. (c) Carolina Cubillos @CaroFCubillos
Si hasta hace una década no podíamos concebir el mundo sin petróleo, en la actualidad no podemos imaginarlo sin el litio.
Lo encontramos en todo tipo de baterías: las de los notebooks, de los teléfonos inteligentes, de vehículos eléctricos, satélites, cámaras digitales, marcapasos... El litio, el más blando de los metales, se ha vuelto fundamental para el almacenamiento de la energía eléctrica. Y como cada día nos preocupan más los devastadores efectos del cambio climático, asociados al aumento de las concentraciones de CO2, parece de toda lógica abandonar los combustibles fósiles y apostar por energías amigables con el medio ambiente, como la electricidad generada por fuentes renovables no convencionales. Y para adoptar esta energía necesitamos el litio, ya que es fundamental para las baterías que almacenan la energía. O sea, el litio sería el componente esencial de un futuro más verde.
La explotación del litio, entonces, puede parecer una buena noticia para el planeta —y una excelente noticia para los países ricos en litio—, pero no lo es tanto para los ecosistemas de donde se extrae. ¿Ecosistemas? ¿Que el litio no se extrae del desierto? ¿Qué vida se puede encontrar ahí?
Pues mucha. Y de muchos tipos. El problema es que es un tipo de vida menos visible que la de los exuberantes bosques de la Patagonia, pero no por ello menos valiosa. ¿Estamos dispuestos como sociedad a cargar con ese costo?
Antes de responder esa pregunta, deberíamos saber cuáles son esos costos.
El triángulo del litio
En 2008, la revista Forbes llamó a Chile la «Arabia Saudita del litio». Hay razones para ello: solo el Salar de Atacama podría concentrar el 27% de todo el litio del mundo, litio que se encuentra en forma de salmuera (aguas extremadamente salinas). Más aún: entre dicho salar, el Salar de Uyuni en Bolivia y el Salar Hombre Muerto en Argentina (según las iniciales de los países, el «ABC» del litio), podría concentrarse hasta el 85% de las reservas de litio conocidas.
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Esta es la zona conocida como ABC del litio. (A) Ubicación del Altiplano-Puna en el continente Sudamericano; (B) mapa de elevaciones en la zona limítrofe del noroeste de Argentina, suroeste de Bolivia, noreste de Chile y sureste de Perú. Se observa que la zona con salmueras ricas en este metal se ubica sobre los 3.000 m s.n.m._
Así, Chile es ahora uno de los mayores productores de litio en el mundo (2). Esto debería llenarnos de orgullo: ¿cuántos autos eléctricos, baterías de notebooks y smartphones se habrán fabricado con litio chileno, extraído gracias al esfuerzo y el ingenio de mucha gente?
Pero antes de felicitarnos, recordemos que si hay litio es gracias a las condiciones geológicas, ecológicas y climáticas únicas de algunas zonas geográficas. Aunque este elemento se encuentra en pegmatitas y campos geotermales —entre otros—, en Chile se atesora fundamentalmente en las aguas con elevadas concentración de sales minerales (o sea, salmueras) de los salares altoandinos del Norte Grande. De hecho, Chile es el número uno en extracción de litio a través de salmueras.
Estos salares se formaron a través de la evaporación de paleolagos (lagos antiquísimos, ahora secos) ubicados en la zona limítrofe de Argentina, Bolivia, Chile y Perú, y en lo que actualmente se conoce como la cuenca del Altiplano-Puna. El paleolago más joven del que se tiene registro tiene entre 12 mil y 16 mil años de edad (3). La evaporación y las condiciones de aridez extrema en esta cuenca endorreica produjeron una hiperconcentración de sales disueltas, donde destacan elementos como boro (B), arsénico (As), litio (Li) y potasio (K), además de cloruro de sodio —en lenguaje de cocina, sal— (4). Son estos elementos altamente concentrados en la poca agua que queda en el lecho de los paleolagos los que forman las llamadas salmueras.
El Salar de Atacama posee una costra salina muy gruesa y dura, sobre todo en la zona denominada «núcleo del salar», ubicado en el sector sur. Dicha costra es removida para poder bombear desde el interior una salmuera rica en litio (0,2%), que luego es depositada en grandes estructuras. Estas son denominadas piscinas o pozas de evaporación, de 300 metros de ancho, mil de largo y tres metros de profundidad, que poseen en el fondo una geomembrana de PVC para contener y separar las salmueras del suelo.
Piscinas de evaporación de litio en la parte sur del Salar de Atacama vistas desde la Estación Espacial Internacional. Los diferentes colores se relacionan con el tipo de sal que poseen las piscinas: la celeste es salmuera natural; la verde, salmuera con alta concentración de litio. Cada una de las piscinas tiene un tamaño equivalente a ocho canchas de fútbol. Créditos: @sergeyISS
Aguas no renovables
De acuerdo con el Código de Minería (que data de 1979), el litio es un elemento estratégico y no concesible, por lo que puede ser explotado solo por el Estado, empresas estatales y/o a través de concesiones administrativas o contratos especiales de operación (CEOL). Los permisos para extracción de litio son otorgados por la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo), una agencia estatal dependiente del Ministerio de Economía, Fomento y Turismo, que posee la concesión del Salar de Atacama, pero que ha establecido contratos especiales de operación con dos empresas mineras que explotan el territorio: SQM y la actual empresa Albemarle, ex Rockwood Lithium (5), ex Sociedad Chilena del Litio.
Según la normativa chilena, la salmuera es considerada una «mena» (es decir, un mineral del cual puede extraerse un metal) y no agua enriquecida en sales disueltas. Por lo tanto, a nivel institucional, las salmueras de los salares son tratadas como yacimientos mineros y propiedad minera, y no como lo que realmente son: sistemas lacustres complejos y altamente sensibles a cambios ambientales.
¿Y si extraemos el litio con cuidado y esperamos a que alguna lluvia de esas que está trayendo el cambio climático rellene los salares? Pues no, eso es poco factible. En el caso específico del Salar de Atacama, se estima que el 80% de sus aguas son «aguas fósiles», es decir, no pueden ser renovadas con las precipitaciones actuales. Por ello, su agua debería ser tratada como lo que es: un recurso no renovable (6).
En el Salar de Atacama existen distintas lagunas con agua superficial con una belleza paisajística inigualable que lo sitúan desde hace varios años entre los dos primeros atractivos turísticos del país a nivel internacional y entre los 25 mejores destinos turísticos de Sudamérica. Del mismo modo, los salares altiplánicos son grandes reservorios de agua y de biodiversidad. Algunos de ellos son áreas protegidas por el Estado: eso no significa que estén libres de intervención, pero requieren de una protección especial que permita su conservación. Para las distintas especies de aves que habitan estos ecosistemas (donde destacan las tres especies de flamencos presentes en Chile), los salares son su hábitat natural: en ellos viven, se reproducen e interactúan con el resto de las especies. Cada uno de ellos alberga una biodiversidad endémica, única e irrepetible.
Además de esta flora y fauna más carismática, muy destacada en las guías de viaje, existe un verdadero «universo microbiano» que vive en hábitats impensados, como las mismas salmueras naturales (7) y en las salmueras de litio (9). Allí se encuentran microorganismos altamente resistentes a la radiación ultravioleta, capaces de soportar las temperaturas de extremo frío y calor del desierto, que pueden darnos claves sobre la vida en otros mundos y, además, juegan su propio papel en la regulación del clima (8).
Laguna Puilar en el sector Soncor del Salar de Atacama, hábitat microbiano y sitio de nidificación de las tres especies de flamencos que viven en Chile. Créditos de la fotografía: @criordor.
Llegado este punto, quizás usted se habrá dado cuenta de que hemos puesto especial atención en los conceptos. En la sección de economía de los medios de comunicación se suele asociar el litio a palabras como «yacimiento», «mena», «desierto», «bien», «producto» y, en inglés, conceptos como commodity o wasteland (esta última palabra es especialmente engañosa, porque no significa simplemente «desierto», sino que hace alusión a un territorio yermo, inhóspito, inhabitable e inhabitado).
Pero cuando hablamos solamente usando estas palabras, olvidamos lo que ya hemos contado: los salares no son eriales cuyo único valor es el metal o elementos químicos negociables que esconden. Allí hay ecosistemas complejos y frágiles, hay fauna y flora única en el mundo, hay recursos no renovables, hay aguas que no se pueden recuperar, incluso si vuelven a ser bombeadas (como ocurre con el Salar de Llamará). Hasta hay comunidades humanas cuyo estilo de vida está ligado a estos ecosistemas desde hace siglos y milenios.
¿Vale la pena sacrificar todo esto por la riqueza temporal que nos brindará la venta del litio, tal como lo demanda la revolución energética verde? Depende de cómo valoremos ambas riquezas y de cuán a futuro pongamos nuestra mirada. Eso es algo que exploraremos en la segunda parte de este artículo.
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Referencias
1.
Comisión Chilena del Cobre (Cochilco, 2017). "Mercado internacional del litio y su potencial en Chile". Comisión Chilena del Cobre, Ministerio de Minería. Disponible acá.
2.
United States Geological Survey (2018). "Mineral Commodity Summaries 2018: Lithium". Consultado el 07/12/2018. Disponible acá.
3.
Fornari, M., Risacher, F., Féraud, G. 2001. Dating of paleolakes in the central Altiplano of Bolivia, Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology, 172(3-4), 269-282. https://doi.org/10.1016/S0031-0182(01)00301-7
4.
Tapia, J., González, R., Townley, B. et al. Antonie van Leeuwenhoek (2018) 111: 1273. https://doi.org/10.1007/s10482-018-1024-x
5.
Comisión Nacional de Litio (2015). Litio: Una fuente de energía, una oportunidad para Chile. Informe Final. Ministerio de Minería, Gobierno de Chile.
6.
Anlauf A. (2015). “¿Secar la tierra para sacar litio?. Conflictos socio-ambientales en la minería del litio”. En: ABC del litio sudamericano, 1a ed., Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Ediciones del CCC Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, Quilmes, Universidad Nacional de Quilmes, Argentina.
7.
Haferburg, G., Gröning, J. A., Schmidt, N., Kummer, N. A., Erquicia, J. C., & Schlömann, M. (2017). Microbial diversity of the hypersaline and lithium-rich Salar de Uyuni, Bolivia. Microbiological research, 199, 19-28.
8.
Singh B. K., Bardgett R. D., Smith P., Reay D. S. (2010). Microorganisms and climate change: terrestrial feedbacks and mitigation options. Nature Reviews Microbiology, 8, 779–790. Disponible aquí: https://www.nature.com/articles/nrmicro2439
9.
Cubillos, C. F., Aguilar, P., Grágeda, M., Dorador, C. (2018) Microbial communities from the world's largest lithium reserve, Salar de Atacama, Chile: Life at high LiCl concentrations. Journal of Geophysical Research - Biogeosciences (in press) https://doi.org/10.1029/2018JG004621