En este post vamos a hablar sobre el día en que todo se pudrió.
«¡¿Qué?!», dirá usted. «¿Unicef? ¿Esa organización súper buena onda de la ONU que da fondos para programas de apoyo a la infancia en todo el mundo?».
Sí. Así de siniestro.
Pero antes de llegar al fondo de este asunto, contextualicemos un poquito. Así, el horror nos golpeará con toda su fuerza.
El negocio de hacer adictos
El tabaquismo ha sido reconocido como una enfermedad pediátrica. Es decir, se ha explicitado que el consumo de tabaco se inicia a temprana edad y que, por ello, la sociedad debe implementar medidas para proteger a niños, niñas y adolescentes de la exposición al tabaco (1). Y por exposición nos referimos no solo a consumir cigarrillos, sino también a respirar el humo de segunda mano e incluso a la exposición al marketing, dado que esto normaliza su uso y motiva a potenciales clientes a consumirlo.
Aunque no creemos que podamos culpar a Joe. Joe es tan cool. Fuente: Stanford Research into the Impact of Tobacco Advertising (SRITA) (2)
No solo los profesionales preocupados de la salud pública saben esto: también es información conocida y utilizada por la industria tabacalera, quienes apuntan sus dardos publicitarios a la población infantil y adolescente. Mientras antes inicien el hábito, más tiempo pueden consumir el producto.
Los documentos internos de la industria revelan diversas estrategias de marketing, donde los niños, niñas y adolescentes son descritos como elementos críticos para el futuro y la sobrevida de la industria (3). Es por esto que las tabacaleras utilizan una serie de estrategias que han resultado bastante exitosas:
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Entregan mensajes que minimizan o relativizan el daño a la salud que causan los cigarrillos.
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Incluyen filtros en sus productos.
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Hablan de cigarrillos «light» (en esto seremos muy claros: NO EXISTEN CIGARRILLOS LIGHT: no hay forma de consumir tabaco que esté libre de daños).
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Crean cigarrillos de sabores suaves.
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Usan aditivos como sabores mentolados, manzana y miel.
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Potencian la publicidad del producto usando empaquetados con colores, diseños y tamaños atractivos para los jóvenes.
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Reducen el tamaño de las cajetillas: las de diez unidades buscan ser accesibles a los grupos etarios más jóvenes, que tienen menos poder adquisitivo.
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Amplían sus plataformas publicitarias (colocación mediática, placement en películas para todo público, diseños dirigidos a los menores de edad) (4).
Fuente: SRITA (2)
Aunque usted no lo crea, las tabacaleras han realizado estudios en niños desde los 12 años en adelante para promover el consumo del tabaco (4).
¿No nos cree?
Veamos entonces algunos datos:
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Un predictor de adicción en niños era conocer a Joe Camel (un camello antropomórfico destinado a atraer la atención de niños de 14 a 18 años). Ahora sabemos que las tabacaleras desarrollaron y usaron a este personaje para captar y retener al público infantil (5,6). El personaje causó tanta controversia en Estado Unidos que dejó de utilizarse en 1997.
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Los cigarrillos mentolados Kool (no se venden en Chile) son populares entre los 16 a 25 años, por lo que la industria reforzó las estrategias publicitarias a ese grupo (4,6). Not kool, man. Fuente: SRITA (2)
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Imperial Tobacco, a través del «Proyecto Hurón» pretendía comercializar un producto destinado principalmente a varones de 15 a 25 años (7).
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Estudios de Philip Morris en menores de 15 a 17 años demostraron que los cigarrillos Marlboro Rojo eran más atractivos para los menores y la variante Marlboro Light tenía mejor aceptación en jóvenes de mayor edad: el personaje de «Marlboro Man» ayudaba mucho en esta estrategia (6).
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El «Proyecto 16» investigaba e intentaba comprender por qué los jóvenes de 16 a 17 años comienzan a fumar y cómo se sienten en relación a ser fumadores (8).
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El «Proyecto Viking» estudió a menores de 15 años en relación al tabaco y su actitud hacia los riesgos a la salud (7).
A medida que se fue comprendiendo todo el daño que causa el cigarrillo, tanto los gobiernos como organismos internacionales empezaron a poner freno a las tabacaleras. Por ello, es de esperar que una agencia de las Naciones Unidas como Unicef, que desde hace 70 años busca resguardar los derechos de la infancia, seguramente estaría indignada y le habría declarado la guerra a la industria del tabaco, ¿cierto?
Pues no. Unicef cedió a la tentación del Lado Oscuro.
¿Qué bicho le picó a la Unicef?
No es un misterio que la industria tabacalera utiliza tácticas mafiosas amedrentadoras para evitar que los países implementen normativas que limiten el consumo de tabaco. Son conocidas las demandas que levantó Philip Morris contra Uruguay y Australia por leyes que restringen la venta y promoción de cigarrillos, que aumentan los impuestos al tabaco u obligan al uso de cajetillas genéricas. De hecho, John Oliver dedicó un maravilloso segmento a este tema (por desgracia, solo en inglés):
[arve url="https://www.youtube.com/watch?v=6UsHHOCH4q8" maxwidth="500" align="center"]
Lo que conocimos esta semana es que la industria había logrado corromper hasta la más inocente y cándida de las agencias de Naciones Unidas: Unicef. Por más de 12 años, desde el 2003 hasta el 2016, se restringió el foco de estrategias de control de tabaco, lo que habría permitido realizar abogacía por los derechos de los niños de vivir libres de tabaco, de acuerdo a una investigación publicada recientemente por los autores Yvette van der Eijk, Stella A. Bialous y Stanton Glantz, titulada «The Tobacco Industry and Children’s Rights» (9, 10).
Previo a este tremendo desliz, en sus «años buenos», la Unicef se había asociado con la Organización Mundial de la Salud (la agencia de Naciones Unidas destinada a proteger la salud de la población mundial) para reducir el consumo de tabaco en la juventud y había apoyado la Convención Internacional de los Derechos del Niño de 1989 (aceptada por los 197 estados miembros, excepto Estados Unidos). Esta Convención de Derechos fue vista con preocupación por la industria tabacalera, dado el poder que tenía de instalar mensajes negativos relacionados con el consumo de tabaco en población infantil (y, por lo tanto, de impulsar mayores regulaciones y control al tabaco).
Es entonces cuando Unicef se dejó seducir por el villano y le ayudó a limpiar su imagen corporativa.
¿Poco creíble? Let’s see the paper.
En el artículo mencionado, Van der Eijk, Bialous y Glantz analizaron los documentos de la biblioteca Truth Tobacco Documents, una colección de documentos previamente secretos de las tabacaleras, redactados principalmente para litigios contra estas compañías.
Les recomendamos revisar esta plataforma por su cuenta. En Etilmercurio lo hicimos y nos reímos/espantamos mucho con los documentos, donde se muestran los desesperados esfuerzos de la industria tabacalera por mantener sus productos en el mercado a toda costa. Para ello, se presentan como víctimas de poderosos grupos (son gobiernos y organizaciones preocupadas por la salud de las personas) que los «atacan» y atentan contra sus libertades y su derechos industriales. Además, encontrará documentos donde explícitamente indican que se hicieron investigaciones dirigidas a captar la atención y retener público infantil y adolescente.
Industry Documents Library. Universidad de California, San Francisco.
Los autores también buscaron información adicional de Unicef y sitios web de las industrias. De acuerdo a los documentos, las compañías consideraban a Unicef como un organismo con poder e influencia a nivel mundial, por lo que destacaron que debía ser «monitoreada de forma cercana».
Previo al año 2003, Unicef desarrollaba un importante trabajo promoviendo estrategias de control del tabaco, lo que se consideraba un pilar esencial en los derechos de la infancia. La Unicef llamaba a prohibir la promoción del tabaco, a aumentar sus impuestos y a brindar educación sanitaria, además de trabajar en proyectos conjuntos con la OMS sobre prevención de tabaquismo en la juventud. El 2001, la OMS y la Unicef publicaron un reporte en conjunto sobre los derechos de la infancia, enfatizando la necesidad de proteger a los niños y niñas de no iniciarse en el hábito de tabaquismo, de protegerlos de la exposición al humo de segunda mano, del marketing y del trabajo infantil en la industria del tabaco.
Y entonces, todo se derrumbó.
Durante el periodo 2003-2016, la Unicef mantuvo un bajo perfil en el control de tabaco y de forma proactiva apoyaron a la industria tabacalera en sus iniciativas de relaciones públicas. O sea, a la Unicef la mandaron a laar... la imagen de las tabacaleras.
El 2003, Unicef flexibilizó sus propias normativas para permitir la colaboración con esta industria. Las tabacaleras dijeron estar muy preocupadas por la salud de los niños, además de comprometerse a evitar el trabajo infantil. Con esto, consiguieron formar parte de las mesas negociadoras y lograron introducirse como un aliado dentro de la agencia infantil.
Algunas de las «colaboraciones» fueron:
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La British American Tobacco (BAT) fundó el Eliminating Child Labour in Tobacco Growing Foundation (ECLT) e incorporó otras 13 compañías tabacaleras. La ECLT el 2003 financió una campaña para, supuestamente, prevenir el trabajo infantil en Filipinas. ¿Quién era uno de los promotores de la campaña? Adivinó: Unicef.
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En 2010, la oficina de Unicef en Kazajistán aceptó 2 millones de dólares de Philip Morris International para trabajar en temas de trabajo infantil.
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En 2015, Unicef publicó el informe: «Obligations and Actions on Children’s Rights and Business» con la Japan Tobacco International como contribuyente. Este reporte incluye un breve análisis de los derechos infantiles, pero no menciona la obligación de proteger a los niños de iniciar el hábito del tabaco o de protegerlos de la exposición al humo de segunda mano. Un olvido bastante sospechoso.
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El año 2001, Unicef tenía claras normativas que prohibían la colaboración con compañías tabacaleras. Estas normativas fueron flexibilizadas el 2003. En diciembre del 2017, nuevamente Unicef explicitó que permite las colaboraciones con las industrias, sin excluir a la industria tabacalera.
Bailando con el monstruo
Los autores (y Etilmercurio también) sugieren que Unicef deje de bailar con la fea y reponga la política de no trabajar con la industria tabacalera, tal como han hecho otras agencias de las Naciones Unidas. Debemos recordar que, para la industria tabacalera, es muy importante esforzarse en captar público infantil (así tendrán clientes fieles para toda la vida). Además, trabajan continuamente para debilitar el Convenio Marco para el Control del Tabaco (CMCT).
Estas acciones violan el derecho a la vida (artículo 6 de la Convención de Derechos del Niño), a la salud (artículo 24), a la protección del uso de drogas dañinas (artículo 33) y la explotación (artículo 36). Al asociarse a Unicef, lograron desviar la atención de la responsabilidad que tienen las tabacaleras de acatar las medidas efectivas de control de tabaco. Esa puede ser la razón, reflexionan los autores, de que la Convención de Derechos del Niño no sea más utilizada para promover el control de tabaco y por qué el compromiso de Unicef en relación al tabaquismo ha sido mínimo desde principios del 2000.
De cualquier forma, lo que hizo esta organización es algo impresentable.
Por eso, creemos que es nuestro deber contactar a una conocida en la ONU para que tome cartas en el asunto.
+1 212-963-4475
Referencias
1.
Committee on Environmental Health, Committee on Substance Abuse, Committee on Adolescence, Committee on Native American Child. From the American Academy of Pediatrics: Policy statement--Tobacco use: a pediatric disease. Pediatrics. noviembre de 2009;124(5):1474–87. Disponible en: http://pediatrics.aappublications.org/content/124/5/1474
2.
Stanford University. Stanford Research into the Impact of Tobacco Advertising [Internet]. 2006 [citado 1 de noviembre de 2017]. Disponible en: http://tobacco.stanford.edu/tobacco_main/mission.php
3.
Ronald M. Davis, Elizabeth A. Gilpin, Barbara Loken, K. Viswanath, Melanie A. Wakefield. Influence of Tobacco Marketing on Smoking Behavior. En: The Role of the Media in Promoting and Reducing Tobacco Use Tobacco Control Monograph No 19 [Internet]. U.S. Department of Health and Human Services, National Institutes of Health, National Cancer Institute. 2008. p. 211–91. Disponible en: https://cancercontrol.cancer.gov/brp/tcrb/monographs/19/m19_complete.pdf
4.
Cummings KM, Morley CP, Horan JK, Steger C, Leavell N-R. Marketing to America’s youth: evidence from corporate documents. Tobacco control. 2002;11:i5–17. Disponible en: http://tobaccocontrol.bmj.com/content/11/suppl_1/i5
5.
Campaign for Tobacco-Free Kids. Camel Cigarettes: A Long History of Targeting Kids [Internet]. [citado 3 de mayo de 2018]. Disponible en: https://www.tobaccofreekids.org/microsites/camel/Camel_History.pdf
6.
Perry CL. The Tobacco Industry and Underage Youth Smoking: Tobacco Industry Documents From the Minnesota Litigation. Arch Pediatr Adolesc Med. 1 de septiembre de 1999;153(9):935–41. Disponible en: https://jamanetwork.com/journals/jamapediatrics/fullarticle/347724
7.
Pollay RW. Targeting youth and concerned smokers: evidence from Canadian tobacco industry documents. Tobacco control. 2000;9:136–47. Disponible en: http://tobaccocontrol.bmj.com/content/9/2/136
8.
Kwechansky Marketing Research Inc. Project 16. Imperial tobacco Limited [Internet]. Truth Tobacco Industry Documents. 1977 [citado 2 de noviembre de 2017]. Disponible en: https://www.industrydocumentslibrary.ucsf.edu/tobacco/docs/#id=hthc0140
9.
Elizabeth Fernandez. UNICEF “Muted” on Tobacco Control for Children [Internet]. UC San Francisco. 2018 [citado 3 de mayo de 2018]. Disponible en: https://www.ucsf.edu/news/2018/04/410301/unicef-muted-tobacco-control-children
10.
Eijk Y van der, Bialous SA, Glantz S. The Tobacco Industry and Children’s Rights. Pediatrics. 1 de mayo de 2018;141(5):e20174106. Disponible en: http://pediatrics.aappublications.org/content/141/5/e20174106