Esto nos promete Bradbury en 1952 cuando publica su cuento «A Sound of Thunder» («El ruido del trueno»), que inicia en el año 2055. El protagonista de la historia, Eckels, contrata un servicio para irse de safari a la prehistoria y matar un dinosaurio (un Tyrannosaurus rex, para ser exactos).
A Eckels le advierten que debe seguir instrucciones muy estrictas para evitar las paradojas de viajes en el tiempo (como la famosa paradoja del abuelo). No se debe tocar nada más que lo permitido, debe caminar por un sendero flotante y sólo puede matar al animal designado, que saben que está a punto de morir. Cualquier descuido, por pequeño que sea, podría modificar el presente por medio del «efecto mariposa». ¿Qué pasaría, por ejemplo, si un viajero del tiempo olvidara un objeto de alta tecnología en el pasado? Un hecho pequeño, trivial, podría desencadenar una serie de sucesos impredecibles, cuyas consecuencias podrían ser caóticas y hasta catastróficas.
El día anterior a que Eckels vaya de safari a la prehistoria, en Estados Unidos se realizaron las elecciones presidenciales. El candidato ganador fue Keith, un defensor de la democracia, y el perdedor, Deutscher, un supuesto dictador («es el antitodo: militarista, anticristo, antihumano, antiintelectual...»). Un candidato absolutamente demencial.
Eckels nos dice: «Te hace pensar. Si las elecciones hubieran ido mal ayer, yo quizás estaría aquí huyendo de los resultados». ¿Suena familiar?
Cuento o realidad
Hasta Los Simpson han homenajeado a Bradbury con una versión cómica de «El ruido del trueno».
Como una terrible profecía, el cuento y su desenlace parecen estar relatando nuestra realidad. En el país más influyente y con la mayor capacidad militar del mundo, ha sido elegido un líder con escalofriantes paralelos al ficticio Deutscher.
Lo que se viene es incierto. Trump, el cuadragésimo quinto presidente de los EE. UU., tendrá en sus manos decisiones que pueden afectar a todo el planeta (incluyendo la autorización para utilizar *glup* todo el arsenal nuclear estadounidense). Y todo parece indicar que no de la mejor manera.
Si sólo nos centramos en asuntos científicos y tecnológicos, podemos recordar que Trump es escéptico respecto al cambio climático (de hecho, designó a Myron Ebell, que considera alarmistas las proyecciones del cambio climático y al acuerdo de París como inconstitucional, para liderar la Agencia de Protección Ambiental), ha dicho que las vacunas causan autismo (hasta se reunió con Andrew Wakefield, el hombre a quien le revocaron su licencia de médico por falsificar datos para su investigación sobre las vacunas) y su discurso antiinmigrantes genera inquietud entre las comunidades científicas internacionales que trabajan en Estados Unidos (2). A esto podemos sumar su posición frente a la neutralidad de la red, así como su postura retrógrada en temas de salud pública y de derechos sexuales y reproductivos, sólo por nombrar algunas.
Hoy, la realidad ha superado nuevamente la ficción. Los años que vienen serán difíciles no sólo para las y los estadounidenses, sino para todo el mundo. Ante las numerosas amenazas al medio ambiente, a la salud pública, a la paz y a los derechos humanos que parecen acecharnos, la prensa y la comunidad científica tendrán que trabajar muy en serio para romper el círculo de ignorancia y supersticiones que está generando la sobreinformación y la falsa imparcialidad que adoptan algunos medios de comunicación.
El cambio climático es real y es producto de la acción humana. Las vacunas salvan vidas y han permitido mantener a raya numerosas enfermedades. La colaboración internacional es fundamental para el desarrollo del conocimiento humano. El incentivar el pensamiento científico y analítico en los colegios resulta esencial para que las nuevas generaciones puedan tomar mejores decisiones a algunas que se han tomado en las últimas décadas. Sí, el progreso científico y tecnológico ha generado algunos problemas (daño a la capa de ozono, armas de destrucción masiva, contaminación), pero cuando los seres humanos trabajamos por objetivos comunes y con visión de futuro podemos atenuar o revertir ese daño y desarrollar bienestar. La capa de ozono se está regenerando, la energía nuclear tiene muchos usos pacíficos y se están desarrollando métodos para clasificar, reciclar y reutilizar nuestros desechos.
Sin embargo, todas estas acciones positivas no se dan en forma desconectada de la realidad cotidiana. La ciencia necesita recursos para investigar tranquilamente, la gente debe confiar en la medicina para que funcione el efecto rebaño, las economías más poderosas del mundo deben colaborar si queremos mitigar los daños al medio ambiente. Pero si los medios de comunicación y las instituciones educativas validan la astrología, las «terapias» alternativas y el creacionismo, se genera confusión y, eventualmente, un daño social.
La respuesta, sin embargo, no puede ser el menosprecio a quienes no entienden o no creen en el método científico. Ya lo decía nuestro querido Carl Sagan: la polarización le hace daño al escepticismo. Nadie tiene el monopolio de la verdad y la gente que cree en doctrinas y supersticiones no son idiotas sin remedio. La aproximación tiene que hacerse reconociendo que las pseudociencias y las supersticiones están en las raíces del conocimiento humano: «Si entendemos esto, entonces por supuesto que sentimos la incertidumbre y el dolor de quienes han sido abducidos, de quienes no se atreven a salir de casa sin consultar el horóscopo, de quienes cifran sus esperanzas en cristales de la Atlántida» (3). Y, agregamos, de quienes se han sentido traicionados por las instituciones que han concentrado la riqueza en lugar de brindar un mayor bienestar a toda la humanidad.
En la era de la ciencia, los dogmas y la ignorancia consciente son la mayor amenaza para la humanidad. Por ello, mientras los truenos suenen, el equipo de Etilmercurio luchará por aportar sus pequeños ladrillos desde la vereda de la ciencia. Ladrillos no para construir un muro, sino un refugio que proteja nuestra sociedad del futuro incierto que se avecina. Un refugio en el que todos y todas están invitados a discutir y aprender, con argumentos sólidos y fuentes confiables, que el conocimiento humano puede y debe construir un mundo mejor.
El equipo de Etilmercurio
Referencias
Referencias
1.
Bradbury R. The best of Ray Bradbury: the graphic novel. New York; London: Ibooks ; Simon & Schuster; 2003.
2.
Ledford H. Trump’s immigration stance stokes fears for science. Nature. 5 de abril de 2016;532(7597):13–4.
3.
Popova M. "Carl Sagan on Moving Beyond Us vs. Them, Bridging Conviction with Compassion, and Meeting Ignorance with Kindness". BrainPickings.com, revisado el 10/11/2016. Disponible aquí.