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Antenas de celular, radiación y cáncer: otra onda

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Física
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Tecnología
Fecha de Publicación
2016/09/29
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Últimamente se ha hecho noticia por la protesta de vecinos que piden la remoción de antenas de celular instaladas en algunos barrios de Concepción. No son nuevos los casos en Chile en contra de la instalación de antenas celulares, ya sea en el Gran Concepción, la Quinta Región o en las cercanías de Temuco, sólo por nombrar algunos de los disponibles en la prensa nacional.
¿Los motivos de la protesta? Múltiples, que varían desde respeto a las concesiones hasta posibles casos de corrupción, pero todos compartiendo el factor común de que las antenas de transmisión celular serían, supuestamente, altamente contaminantes o dañinas para la salud. «A pesar de que se ha dicho mucho que son inocuas, nosotros sabemos que son altamente contaminantes y muy dañinas para la salud», dice un dirigente de la octava región. En la quinta región, los vecinos se declaran «evidentemente preocupados por las radiaciones que emite este tipo de antenas, y que conocidamente provocan trastornos de salud a largo plazo, y trastornos en marcapasos u otros implementos tecnológicos de salud, en el corto plazo»; y una dirigente de la novena región dice que sabe «lo perjudicial que es para la salud de los niños, de los ancianos».
¿Es de verdad así? Revisemos lo que se ha estudiado al respecto.

Al parecer... no es tan así

Todo indica que esto comenzó en Estados Unidos el año 1993, cuando acá en Chile sólo el 1% de la población (todos ellos en Vitacura) utilizaba teléfonos celulares. Ese año, el famoso entrevistador Larry King invitó a su talk show a David Reynard, un joven de Florida que afirmaba que su esposa había muerto a causa de un cáncer cerebral desarrollado por el uso de su teléfono celular. Es más, la forma del tumor era exactamente igual a la antena del aparato (para los millennials, vale la pena explicar que antiguamente los teléfonos celulares usaban antenas externas). Reynard llevó su caso a la corte, la que finalmente falló en contra debido a «la incertidumbre de la evidencia… la hipótesis científica especulativa y a la falta de estudios epidemiológicos»
Por supuesto, esta falta de evidencia no impidió que surgiera la preocupación entre la gente. A partir de este caso, aparecieron más y más casos, propiciados por la completa falta de entendimiento y estudios válidos sobre un fenómeno nuevo, pero atemorizante.
Esta sugestión sigue el principio de precaución, el que mantiene que si algo tiene el potencial de causar un gran daño a un gran número de gente, entonces incluso sin la evidencia de la existencia de este daño, la responsabilidad de demostrar que el peligro no es real recae sobre los «no creyentes». El principio de precaución es un argumento regularmente débil por dos razones: 1. La dificultad existente en probar un negativo — que no hay efecto; 2. Causa alarma y angustia innecesaria en la población.
La relación entre celulares y cáncer es un caso típico de una pésima aplicación del principio de precaución, en los siguientes párrafos veremos porqué. Pero primero hay que saber qué es la radiación electromagnética.

Más despacio, cerebrito. ¿Qué es la radiación electromagnética?

La radiofrecuencia es una forma de radiación electromagnética. Hay muchos tipos de radiación electromagnética que pueden clasificarse de acuerdo a su frecuencia, que se mide en una unidad llamada Hertz (Hz) (en honor a un señor de apellido González... Perdón, Hertz, siempre los confundo). La frecuencia corresponde al número de ciclos de una onda que pasa por un punto de referencia por cada segundo. A frecuencias más bajas, la radiación tiene menos energía y viceversa.
Muchos tipos de radiación conocidos (la radio, las señales de televisión, la luz del sol, los rayos X) se pueden ordenar de acuerdo a su frecuencia en una escala conocida como el espectro electromagnético (puede repetirlo con voz grave y sonar culto, no falla). En frecuencias bajas están las microondas, las ondas de radio y las ondas infrarrojas. Subiendo la frecuencia podemos encontrar todos los colores de la luz visible, y subiendo más aún podemos encontrar las ondas ultravioleta. Sobre este nivel podemos encontrar unas ondas que tienen mucha energía. Dichas ondas se conocen como radiación ionizante, pues tienen tanta energía que son capaces de perturbar otras moléculas (e «ionizarlas»). Dentro de este último rango están los rayos X y los rayos gamma. Las ondas que no están en este nivel se conocen como... radiación no ionizante (duh).
Espectro electromagnético (Universidad de la República - Uruguay www.fing.edu.uy)
Resumiendo: la energía de la radiación electromagnética está determinada por su frecuencia; la radiación ionizante es de alta frecuencia, por lo tanto, de alta energía; mientras que la radiación no ionizante es de baja frecuencia, es decir, de baja energía. (Nota: nos costó mucho redactar esta frase)
Los campos electromagnéticos en el rango de la radiofrecuencia son usados en telecomunicaciones, incluyendo teléfonos celulares, televisión y radiofonía. Nótese que, de acuerdo al diagrama, las frecuencias de la radiación usada en transmisiones de comunicaciones están en el rango más bajo de la escala (entre 10410^4 Hz y 101010^{10} Hz), lejos de la zona de la radiación ionizante (que empieza alrededor de los 101510^{15} Hz, eso es un 1 seguido de 15 ceros y es un número estúpidamente alto).
El cuerpo humano absorbe energía de dispositivos que emiten radiación electromagnética de radiofrecuencia. La cantidad de energía absorbida se estima utilizando una unidad de medida llamada tasa de absorción específica (SAR por sus siglas en inglés), la que se expresa en watts por kilogramo de peso del cuerpo (W/kg). Las normas de telecomunicaciones de cada país son las que definen los niveles máximos de SAR de los dispositivos móviles, que en el caso de Chile se encuentran entre 1.6 y 2.0 W/kg.

¿Y qué dice la evidencia?

Ya está comprobado que la exposición a la radiación ionizante, como la de los rayos X, aumenta el riesgo de la aparición de cáncer (1) . Esto hace que no sea buena idea pasar todo el día tomándose radiografías o ir a vacacionar a Chernobyl. Sin embargo, con la radiación no ionizante el efecto puede ser bastante diferente. A pesar de que una diversa cantidad de estudios ha examinado los potenciales efectos a la salud de la radiación no ionizante proveniente de dispositivos como radares, hornos microondas, teléfonos celulares y otras fuentes (2, 3), no existe evidencia consistente de que la radiación no ionizante aumente el riesgo de contraer cáncer (4).
La única consecuencia de la interacción entre la energía de radiofrecuencia y el cuerpo humano es el calentamiento. La capacidad de los hornos microondas de calentar nuestra comida es un claro ejemplo de este efecto de la energía de radiofrecuencia. En el caso de las frecuencias utilizadas por los teléfonos móviles, efectivamente causan un aumento de temperatura en el área del cuerpo donde el teléfono u otro aparato se sostenga (oreja, cabeza, etc.), sin embargo la mayor parte de la energía es absorbida por la piel y otros tejidos superficiales, de modo que el aumento de temperatura en el cerebro o en otros órganos del cuerpo es insignificante.
En varios estudios (siendo el «Interphone», realizado por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer —IARC— perteneciente a la OMS, uno de los más concluyentes (5)) se han investigado los efectos de los campos de radiofrecuencia en la actividad eléctrica cerebral, la función cognitiva, el sueño, el ritmo cardíaco y la presión arterial en voluntarios. Hasta la fecha, esos estudios indican que no hay pruebas fehacientes de que la exposición a campos de radiofrecuencia utilizados por los teléfonos móviles tenga efectos perjudiciales para la salud. Uno de los estudios más recientes se llevó a cabo en Australia, en el que se revisó la incidencia de tumores cerebrales entre los años 1982 y 2013, siendo en 1987 el inicio del uso de teléfonos móviles. Los resultados (6) indicaron que no existe un aumento en la incidencia de tumores cerebrales durante estos años, excepto en el grupo etario entre 70 y 84 años, para los que se hipotetiza que el avance en los métodos de detección explica el aumento de incidencia en el grupo más longevo.
Además, tampoco se ha conseguido probar que exista una relación causal entre la exposición a campos electromagnéticos y ciertos síntomas notificados por los propios pacientes, fenómeno conocido como «hipersensibilidad electromagnética».

La guinda de la torta

Lo anterior se refiere a los supuestos efectos cancerígenos en general causados por ondas electromagnéticas en la onda de radiofrecuencia que, como ya vimos, no se han podido demostrar. Centrémonos ahora en el caso específico de las antenas de celulares. ¿Podría pasar algo en las antenas de celulares que sea peligroso?
Ya vimos que las antenas de celulares funcionan emitiendo ondas electromagnéticas en el rango de las telecomunicaciones (o sea, de frecuencia muy baja, no ionizantes). Pero además, por si fuera poco, estas ondas se emiten desde altura, de manera intermitente, y de manera casi paralela al suelo. Las ondas no van apuntando directamente hacia las zonas cercanas a la antena, si no que más bien se emiten hacia el horizonte (salvo un ángulo conocido como el tilt). Esto hace que la exposición a las ondas electromagnéticas desde una antena de celulares sea muy baja, incluso si estás parado cerca de su base (7).
Grandes personas murieron creando esta infografía.
Para comparar: el nivel de energía recibido al estar cerca de una antena de celular no es sustancialmente diferente al que se recibe de manera constante por otro tipo de ondas electromagnéticas usadas en comunicación, por ejemplo las ondas de televisión y de radio. De manera un tanto irónica, el nivel de energía recibido de una antena es muchísimas veces menor... al recibido al usar un celular pegado al lado de la oreja. Y como ya vimos, incluso en este caso, la relación entre uso de celular y cáncer no se ha podido demostrar.

Conclusión

Hasta el día de hoy, no existen pruebas de una relación entre la radiación electromagnética de radiofrecuencia y el desarrollo de tumores o cáncer en seres humanos. Si bien la mayor preocupación recae en el uso masivo de teléfonos celulares, lo que conlleva la construcción de más y más antenas celulares, debemos tener claro que si bien emiten radiación, esta no es del tipo que puede generar tumores o cáncer (ni darnos superpoderes ?). Por lo tanto, eliminar las antenas por posibles consecuencias dañinas en la salud de la población cercana es un despropósito.
Por último, elimínenlas porque se ven bien feas. Sobre todo cuando las disfrazan de árboles.

Referencias

1.
Elaine Ron, Ionizing Radiation and Cancer Risk: Evidence from Epidemiology. Radiation Research. Vol. 150, No. 5s, pp. S30-S41. (1998)
2.
S. Kwee, P. Raskmark, Changes in cell proliferation due to environmental non-ionizing radiation 2. Microwave radiationBioelectrochemistry and Bioenergetics 44, 251–255 (1998).
3.
Kwan-Hoong Ng, Non-Ionizing Radiations–Sources, Biological Effects, Emissions and ExposuresProceedings of the International Conference on Non-Ionizing Radiation at UNITEN (ICNIR, 2003).
4.
SCENIHR, Scientific Committee on Emerging and Newly Identified Health Risks: Potential health effects of exposure to electromagnetic fields (EMF) (2015).
7.
American Cancer Society, Cellular Phone Towers [Internet]. [citado 29 de septiembre de 2016]. Disponible en www.cancer.org