«Soy botánico» es una confesión que, generalmente, gatilla respuestas del tipo: «Ya, pero entonces, ¿qué haces para vivir?»; «No sabía que eso aún existía»; «¡Buena! Tengo un campo con hartos árboles, ¿cuánto ganaré si los corto?»; o «Mi abuela tiene unos geranios que están algo mustios, ¿qué les puede echar?». Y bueno, a uno no le queda otra que poner su mejor cara e intentar explicar lo que en realidad hace. O, mejor aún, lo que nos motiva a meternos al verde mundo de los seres vegetales.
Lo que ha motivado a algunas personas que se dedican a la botánica es algo que, a la larga, resulta ser clave para el desarrollo de la humanidad: comer. Y no, no me refiero a llegar a fin de mes con algo para echarle a la olla (bueno, también, pero esa es otra historia), sino a cómo conseguir que las plantas que comemos sean más productivas, más sanas o, simplemente, que crezcan en un lugar donde no suelen hacerlo.
En ese sentido, una de las mayores preguntas en la agricultura siempre ha sido de dónde vienen las plantas que comemos. Creemos que, si se conoce su origen, podremos entender mejor la planta que estamos cultivando y, con un poco de ciencia, mejorar su productividad. Y ese era, definitivamente, uno de los objetivos de la ciencia agrícola soviética en los primeros años posrevolución de octubre. El nuevo régimen heredó un país enorme que sufría grandes y frecuentes hambrunas a consecuencia de un clima poco amable y del mal manejo político y económico que llevó al antiguo Imperio Ruso a la miseria. Cultivar en la estepa siberiana era —y sigue siendo— un desafío que llevó a su límite a la técnica agrícola.
Un botánico contra el hambre
Nikolái Vavílov nació en el distrito de Volokolamsk, en las afueras de Moscú, en 1887. Hijo de una familia de comerciantes, desde joven se interesó por la agricultura. El distrito donde creció era pobre y las hambrunas solían diezmar la población durante los inviernos. Tres de sus hermanos murieron siendo niños a causa del hambre. Entre los sobrevivientes, tres se dedicaron a la ciencia: Uno de sus hermanos se volvió físico y una de sus hermanas se volvió microbióloga. Nikolái, en tanto, decidió que trabajaría para terminar con el hambre.
En 1911, se graduó del Instituto Agrícola de Moscú. Entre 1913 y 1914 vivió en Inglaterra, donde realizó sus estudios de maestría bajo la tutoría de William Bateson, investigando acerca de la inmunidad de las plantas a las enfermedades. Durante este período, Vavílov realizó numerosos viajes por Europa, conociendo a importantes genetistas y evolucionistas de la época como Ernst Haeckel.
Fue así que, mientras pasaba su tiempo en la biblioteca de Charles Darwin, preservada en la Escuela de Botánica de la Universidad de Cambridge, descubrió varios textos clásicos de agricultura llenos de anotaciones, marcas y notas al pie dejadas por el mismísimo don Charles. Estas ideas le parecieron revolucionarias: ¿cómo evolucionaron la especies que hoy cultivamos? ¿De dónde vienen? ¿Tendrá que ver ese origen con cómo se comportan y sobreviven en los lugares donde las hacemos crecer?
El siguiente paso fue clave para Nikolái: siendo ya un darwinista convencido y habiendo estudiado en profundidad los postulados de la —relativamente— nueva ciencia de la genética, dedujo que una de las claves para comprender mejor las plantas era saber de dónde venían, cómo se relacionan las especies entre sí y cómo fueron variando (adaptándose) en distintos lugares para sobrevivir y seguir siendo productivas. La solución al hambre pasaría por buscar, entre los orígenes de las plantas cultivadas, aquellas variedades resistentes a las pestes y al frío.
Nikolái preguntando a unas plantas de dónde vienen. Pero no para mandarlas de vuelta a su país, como ocurre con ciertas personas xenófobas. Leningrado, 1921. Foto: Levina et al. 2005 (7).
A partir del estudio de estas interrogantes Vavílov estableció en 1920 la Ley de las Series Homólogas de Variación (1, 2, 3), en la que establecía que las variaciones en especies emparentadas suelen ser similares, lo que es una consecuencia de su semejanza genética. Según esta ley, la variación de características morfológicas, fenológicas o fisiológicas en diferentes especies o géneros cultivados (por ejemplo el trigo —Triticum—, el centeno —Secale— y la cebada —Hordeum—) corresponden a respuestas idénticas de sistemas genéticos heredados de un ancestro común.
Esa teoría —hoy considerada clave para el entendimiento de la biología evolutiva de las plantas cultivadas— llevó a Vavílov a comprender que la rápida expansión del modelo de agricultura industrial destruiría la diversidad genética producida tras miles de años de coevolución. Ante eso, se propuso colectar las variedades locales y conservarlas, considerando crear bancos de germoplasma, estaciones experimentales y distribuir las semillas entre los empobrecidos campesinos rusos.
El origen de todas las cosas
En 1921, Vavílov fue puesto a cargo de la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas de Leningrado. Desde allí, y consciente de su objetivo, impulsó una red de más de 300 estaciones experimentales donde se realizaban pruebas y se entregaban semillas seleccionadas a los campesinos. Era el comienzo de un camino destinado a terminar con el hambre.
Si bien ya había realizado algunas expediciones (la más famosa en 1918, a Irán), ya instalado en la Academia Lenin planificó una nueva serie de viajes destinados a recolectar semillas de diversas variedades de especies agrícolas y, por sobre todo, a encontrar el origen geográfico de esas especies.
Para esto, organizó más de 100 expediciones botánicas alrededor del mundo, que lo llevaron a recorrer Estados Unidos y Canadá (1921), Afganistán (1924), la cuenca del Mediterráneo (1926), África Oriental (1927), China (1929), América Central (1930), Norte, Centro y Sudamérica (1932-1933).
En 1924, publicó su primer listado de centros de orígenes para las especies cultivadas, los que fue modificando a la luz de nueva evidencia hasta 1940. Uno de esos centros de origen es la isla de Chiloé, de donde Vavílov reconoció el origen de algunas variedades de papa (Solanum tuberosum) y la frutilla nativa (Fragaria chiloensis).
Los centros geográficos de origen de las plantas cultivadas, según Vavílov (1926). Foto: Captura de la traducción de K. Starr Chester (4)
El 8a es la isla de Chiloé. Suponemos que Vavílov se habrá llevado de recuerdo un gorro de lana para el crudo invierno que iba a caer en Moscú (que le tejieron con falsa pasión). Foto: Captura de la traducción de K. Starr Chester (4)
El «factor Lysenko»
Un evento que cambiaría para siempre la vida de Vavílov fue el conocer a alguien de quien ya hemos hablado: Trofim Lysenko. Cuando se conocieron, Lysenko no era más que un agrónomo mediocre que intentaba mejorar cultivos con muy poco éxito, a la vez que contaba a los medios historias falsas sobre sus supuestos éxitos. Vavílov declaró estar interesado en el trabajo de ese joven, supuestamente innovador, y lo animó a seguir adelante, facilitando, casi sin querer, su ascenso. Lo que no sabía era que Lysenko tenía planes mucho más oscuros.
Unos años después, gracias a su habilidad para inventar méritos que no tenía, Lysenko logró caerle bien a Stalin y ascendió hasta ser el jefe de toda la ciencia agrícola en la Unión Soviética. Vavílov, contrariado por la postura antimendeliana de Lysenko, comenzó a criticarlo abiertamente, aunque siempre desde un punto de vista científico. Indignado, reclamaba por cómo el líder de la ciencia botánica soviética podía ser un firme negacionista de la evolución y la genética. Lamentablemente para Nikolái, la cercanía de Lysenko con Stalin hacía que cualquiera que criticara la «nueva biología» del régimen fuera perseguido por la ley.
El amargo final
El 6 de agosto de 1940, Nikolái Vavílov fue arrestado por la NKVD (la policía secreta del régimen) durante una expedición botánica en Ucrania. Fue acusado de traición a la patria, colaboracionismo con los nazis y boicot a la ciencia soviética (por creer en la genética y haber colaborado con científicos occidentales). Fue llevado a Moscú donde fue torturado e interrogado, en tanto algunos de sus colaboradores fueron ejecutados por una supuesta complicidad (5). Su «confesión», obtenida bajo tortura, causó que fuera condenado a muerte en 1941, aunque durante el posterior juicio militar negó todos los cargos. Finalmente, en 1942, la sentencia fue cambiada por 20 años de presidio. Fue entonces trasladado a una cárcel en Saratov.
Uno de los mayores científicos de la Unión Soviética permanecía encarcelado, «vestido» con sacos viejos y sandalias hechas de corteza de árbol. Su dieta eran dos porciones de cereales cocidos (Kasha), una como desayuno y una como cena, más un almuerzo de sopa de tomates o repollos podridos (5). Por todo esto, sufrió de malnutrición y enfermó gravemente (6).
En enero de 1943, a los 55 años, Nikolái Vavílov, el botánico que había decidido terminar con el hambre, murió en una cárcel soviética por enfermedades derivadas de la desnutrición.
Vavílov en su ficha de la cárcel de Saratov. Foto: Wikipedia/Archivo central del servicio de seguridad de la Federación Rusa (Dominio público)
El legado
En 1941, mientras Vavílov era juzgado, a Adolf Hitler se le ocurrió que la Alemania nazi invadiera la Unión Soviética. El avance de las tropas nazis fue arrollador y en septiembre de ese año se encontraban a las puertas de Leningrado. La —entonces— colección de semillas más grande del mundo (el germoplasma de 187.000 especies) se encontraba resguardada en el Instituto de la Industria de las Plantas (hoy Instituto Panruso N. I. Vavilov). La ciudad fue sometida a un sitio asfixiante y cruel de 28 meses. Numerosas obras de arte y tesoros de la época imperial fueron evacuados por el Ejército Rojo, pero no se mostró interés alguno por la famosa colección del instituto (bueno, ¿a qué militar le interesan las plantas?), que era un objetivo para los científicos alemanes (7), para los hambrientos habitantes de la ciudad y para las ratas, que infestaron el instituto una vez que la comida de la ciudad se terminó.
Los investigadores del instituto movieron parte importante de la colección al sótano y la mantuvieron resguardada mediante un sistema de turnos. Nueve de ellos perdieron la vida, por inanición, a pesar de estar resguardando cientos de kilos de comida. Finalmente, nada de lo que se encontraba en Leningrado fue tocado. Solo algunas porciones menores de la colección, que se encontraban en Ucrania, fueron robadas por el ejército alemán y traspasadas al Instituto de Genética Vegetal administrado por las SS.
Después de la guerra, el perfil de instituto se mantuvo bajo. Su labor fue principalmente la de propagar variedades y repartir semillas a los campesinos. En tanto, el régimen de Stalin, fuertemente influenciado por Lysenko, seguía manteniendo prohibido el nombre de Vavílov. El trabajo de propagación rindió frutos y se estima que dio origen a un 80% de los cultivos de algunas especies en Rusia, como papas, trigo o centeno.
Recién en 1955, ya sin Stalin en el poder, la sentencia de Vavílov fue revertida, otorgándosele un perdón póstumo. Para 1960, el régimen de Nikita Jrushchov lo había reinstaurado como héroe científico de la Unión Soviética, a la vez que Lysenko caía en desgracia y era alejado de todas sus labores. La Academia Soviética de Ciencias instauró el premio Vavílov en 1956 y la medalla Vavílov en 1968. El Instituto de la Industria de las Plantas de Leningrado ahora lleva su nombre. Su rostro apareció en estampillas y hay estatuas en su honor, aunque no se conoce el lugar donde están sepultados sus restos (6). Es una mínima compensación para alguien que, a pesar de su enorme contribución a la ciencia mundial, murió torturado a consecuencia del poder otorgado a un anticientífico como Lysenko.
Si los botánicos tuviéramos héroes, Nikolái Ivanovich Vavílov debería ser el primero. Y el más importante.
La estatua de Vavílov en Moscú. Foto: Wikimapia.
Referencias
1.
Shumnyĭ, V. K. (2007). "Two brilliant generalizations of Nikolai Ivanovich Vavilov (for the 120th anniversary)". Genetika, 43 (11): 1447-1453.
4.
The Origin, Variation, Immunity, and Breeding of Cultivated Plants. Selected writings of N. I. Vavilov, translated from the Russian by K. Starr Chester. Chronica Botanica, Vol. 13, No. 1/6 (pp. viii + 366)
5.
Pringle, P. (2011). "The Murder of Nikolai Vavilov: The Story of Stalin's Persecution of One of the Great Scientists of the Twentieth Century."
6.
Levina, E.S. (2005). "Nikolai Vavilov: Life in the Cause of Science or Science at a Cost of Life". Comprehensive Biochemistry 44: 345-410. https://doi.org/10.1016/S0069-8032(05)44006-1
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