El pasado 25 de diciembre falleció a los 88 años Vera Rubin. Gracias a ella, sabemos que algo desconocido pasa en el universo: a grandes escalas, las galaxias parecen atraerse de manera diferente a cómo lo hacen los planetas que vemos en el cielo. A esta diferencia misteriosa se le asigna una causa aún no comprobada: la existencia de una materia y una energía «oscura», que estaría presente en casi el 90% del universo observado. Y si bien este descubrimiento revolucionó el mismo concepto del universo, Vera nunca fue considerada para el premio Nobel de Física (1).
Vera Rubin utilizando el telescopio del observatorio Kitt Peak con un espectrógrafo del Departamento de Magnetismo Terrestre (Carnegie Science Center) en 1970. https://home.dtm.ciw.edu/users/rubin/
Este es un sencillo homenaje de Etilmercurio a una mujer que, a pesar de la época en que vivió, abrió la puerta a uno de los misterios más grandes de la ciencia: ¿por qué a tanta gente le gusta Arjona? ¿de qué está hecho el universo?
Aprendiendo a leer las estrellas
Vera Cooper Rubin nació en el año 1928 y desde muy joven mostró interés en la astronomía. A los 10 años comenzó a mirar el cielo y a intrigarse con el movimiento de las estrellas.
«A los 12 años, prefería quedarme despierta mirando las estrellas que irme a dormir. Comencé a aprender. Empecé a ir a la biblioteca y a leer. Pero fue sólo mirar las estrellas desde mi cuarto lo que hice al principio. No había nada más interesante en mi vida que mirar las estrellas cada noche», dijo Vera en una entrevista (2) al AIP (Instituto Americano de Física).
Tras finalizar el colegio, Vera recibió una beca para estudiar en el Vassar College en Nueva York, una institución femenina. Luego inició sus estudios de postgrado en la Universidad de Cornell, después de ser rechazada en Princeton, ya que allí no aceptaron mujeres en el programa de Astronomía hasta 1975 (en ese tiempo, la tecnología en Princeton no era lo suficientemente avanzada como para que los telescopios funcionaran si el observador tenía genitales femeninos [?]) (3).
Fue mientras realizaba su tesis cuando estudió por primera vez la rotación de las galaxias. Tras presentar los resultados de su trabajo, uno de sus consejeros la incitó a exponerlo en la Sociedad Americana de Astronomía (AAS). Sin embargo, fue recibida con muy poco entusiasmo por los astrónomos asistentes. El concepto de movimiento del universo a gran escala era revolucionario y adelantado a su época, así es que generó el mismo escepticismo con el que son recibidas todas las ideas visionarias. El paper resultante de la tesis de Vera fue rechazado por las dos publicaciones astronómicas existentes en ese tiempo.
Incluso los pocos científicos que admitieron sentirse intrigados por su trabajo mantuvieron el status quo de la época: el físico teórico y cosmologista George Gamow —que terminaría siendo su consejero de doctorado— contactó a Vera para conversar sobre su trabajo en la rotación de galaxias, pero se negó a recibirla en sus lecturas en el laboratorio de física aplicada de Georgetown, «porque las esposas no estaban permitidas» ahí (no, esto no es un chiste).
Vera, utilizando el microscopio más potente de la época para encontrarle la gracia a ese comentario.
Claro que esto no detuvo a Vera en su afán por dedicarse a la astronomía. Tras un receso para cuidar a su primer hijo, fue aceptada en la misma universidad de Georgetown para trabajar en su doctorado. Allí descubrió que las galaxias efectivamente se aglutinaban, como limaduras de hierro bajo el efecto de un imán, y no estaban dispuestas al azar. Este descubrimiento, ignorado durante mucho tiempo, es ahora parte de la astronomía convencional. No obstante, la falta de reforzamiento por parte de su gremio provocaba dudas en Vera sobre si se podía considerar a sí misma como una astrónoma «real».
En 1964, Vera se convirtió en la primera mujer en tener acceso al observatorio Palomar, en California. Era tan raro en ese tiempo que una mujer se dedicara a la astronomía, que el observatorio no tenía baño de mujeres. Vera, al darse cuenta de esto, fue a su oficina, cortó un pedazo de papel en forma de falda, lo pegó sobre el monito de la puerta del baño y le dijo a todos «listo cabros, ya hay baño de mujeres».
«Look at all the fucks I give»
Pero esta lucha constante no detuvo a Vera de su objetivo principal: el estudio de la rotación de las galaxias. Durante su carrera, analizó el movimiento de más de 200 galaxias y, entre otros descubrimientos, determinó que las estrellas que orbitaban los bordes exteriores de las galaxias se movían a la misma velocidad que las estrellas al interior. Este resultado desafió todas los modelos de estructuras de galaxias existentes. A partir de esto, Vera concluyó que las regiones distantes de las galaxias debían contener una considerable cantidad de masa densa, o «materia oscura», que afectaba todo, desde la atracción gravitacional a la forma de las galaxias y a la forma en que las estrellas se mueven en relación a las otras.
Hasta hoy, esta materia oscura no ha logrado ser observada, por lo que existen posturas divergentes sobre el tema: una de ellas plantea la existencia de esa materia oscura (que compondría alrededor del 25% de toda la materia/energía del universo); otra sostiene que el movimiento de las galaxias en cúmulos distantes se explica más fácilmente a través de la teoría de la Gravedad Modificada (Modified Gravity, MOG) (4) (5). La teoría de la materia oscura sostiene que ésta interactúa con la materia bariónica (la que conocemos) a través de la gravitación, pero que lo hace muy débilmente con la luz. Esta materia oscura encontraría su contraparte energética llamada «energía oscura», que compondría el otro 70% (!!) del universo observado. Independiente de lo que determine la comunidad científica en el futuro, los descubrimientos de Vera Rubin han trazado el camino que ha seguido (y que continuará siguiendo) la astronomía durante muchas décadas.
El Nobel que no fue
El innegable talento de Vera la hizo merecedora (y eterna candidata) del premio Nobel de Física. Sin embargo, nunca fue considerada y ahora que ya es demasiado tarde (el Nobel no puede entregarse de manera póstuma), miramos hacia atrás buscando el motivo de esta imperdonable omisión. Y, obviamente, salta a la vista el poco reconocimiento que ha tenido el trabajo de mujeres en la física. De hecho, la última vez que se entregó un Nobel en física a una mujer fue hace 54 años (6). Quien lo recibió fue Maria Goeppert Mayer, por proponer el modelo de capas nuclear. Antes de ella, en 1903 lo recibió Marie Curie, compartiéndolo con su esposo Pierre y Henri Becquerel. Y esto en una polémica entrega, ya que en un principio el comité quería entregarle el premio sólo a los hombres; sólo tras la parada de carros por parte de Pierre, con la amenaza de no aceptar el premio, se incluyó a Marie. Sólo podemos especular cuántas mujeres olvidadas por la historia de la ciencia han hecho contribuciones fundamentales que luego se atribuyeron a sus colegas hombres.
En total, 881 individuos y 23 organizaciones han recibido algún premio Nobel desde sus inicios en el año 1901. De este número, sólo 48 son mujeres (7). De ellas, sólo 2 lo han recibido en Física, 4 en Química (contando a Marie Curie que lo ganó también en 1911) y 12 en Medicina. Es decir, 17 mujeres en total han recibido un premio Nobel por su aporte a las ciencias en 115 años, un número extremadamente bajo y que nos hace reflexionar sobre el reconocimiento a la labor femenina en la ciencia.
Ya sabemos dónde son las fiestas luego de la premiación...
Mujeres en ciencia
Como ya lo hemos discutido, existe una deuda enorme con las mujeres en la ciencia. Si esto lo podemos observar hoy, imagine cómo afectó a las científicas en la época de Vera y a las que vinieron antes que ellas. La equidad de género siempre fue tema en las entrevistas de Rubin y ella siempre remarcó las limitaciones culturales que llevaron a generaciones de mujeres interesadas en la ciencia a abandonar sus sueños:
«Es la forma en que criamos a las niñas. Ocurre desde muy temprano. Creo, también, que es algo que las niñas ven en el mundo que las rodea. Es algo cultural. Tengo dos nietas. Una de ellas —su madre y su padre son profesionales, su tía y su tío son también profesionales— dijo una vez que su conejo de juguete estaba enfermo. Su tío le dijo “Bueno, tú serás la doctora y yo el enfermero, y entre los dos lo sanaremos”. La pequeña contestó “Los niños no pueden ser niñas”. Y su madre se dio cuenta de que ella nunca había visto a una doctora. A los dos años de vida, sabía que los hombres son doctores y las mujeres enfermeras. Entonces, puedes hablar sobre los modelos a seguir y tus ideas sobre lo que ocurre en las universidades, pero esto pasa a los dos años. Es una situación realmente complicada» (8).
Nos gustaría cerrar este pequeño homenaje desempolvando nuestra mejor tabla ouija (le faltan algunas letras, pero es un detalle menor) para que hable la misma Vera Cooper Rubin. Una astrónoma brillante a quien tanto trataron de hacer callar y quien, afortunadamente para la ciencia y la humanidad, no lo hizo:
«Yo vivo y trabajo bajo tres suposiciones básicas. Uno: no existe un problema en la ciencia que pueda ser solucionado por un hombre y que no pueda ser solucionado por una mujer. Dos: en el mundo, la mitad de los cerebros son de mujeres. Tres: todos necesitamos permiso para hacer ciencia, pero, por razones que están arraigadas profundamente en la historia, este permiso se entrega más a menudo a hombres que a mujeres. (...) Creo que la pregunta es: ¿hay mujeres y ha habido mujeres que han querido hacer ciencia, y que podrían hacer una excelente ciencia, pero nunca tuvieron realmente la oportunidad?».
Referencias
1.
Francisco Villatoro. «Vera Rubin y las mujeres nominadas al Nobel de Física». 30/12/2016. Disponible en: http://francis.naukas.com/2016/12/30/vera-rubin-y-el-premio-nobel-de-fisica-a-la-materia-oscura/
2.
Alan Lightman. Oral Histories. Vera Rubin [Internet]. Oral History Interviews. American Institute of Physics. 1989. Disponible en: https://www.aip.org/history-programs/niels-bohr-library/oral-histories/33963
3.
Hargittai M. Women scientists: reflections, challenges, and breaking boundaries. New York: Oxford University Press; 2015. 363 p.
4.
T. G. Zlosnik, P. G. Ferreira y G. D. Starkman. «Modifying gravity with the aether: An alternative to dark matter». 2007. Disponible en: http://journals.aps.org/prd/abstract/10.1103/PhysRevD.75.044017
5.
Royal Astronomic Society. «PN 07/44: Time to overhaul Newton's Theory of Gravitation?». 2010. Disponible en: http://www.ras.org.uk/news-and-press/148-news2007/1348-pn-0744-time-to-overhaul-newtons-theory-of-gravitation
6.
Rachel Feltman. It’s been 53 years since a woman won the Nobel Prize in physics. What’s the holdup? [Internet]. Washington Post. 2016. Disponible en: https://www.washingtonpost.com/news/speaking-of-science/wp/2016/10/04/its-been-53-years-since-a-woman-won-the-nobel-prize-in-physics-whats-the-hold-up/?utm_term=.a138f5be6fd0
7.
Nobel Prize Awarded Women [Internet]. Nobelprize.org. 2017. Disponible en: https://www.nobelprize.org/nobel_prizes/lists/women.html
8.
Lightman AP, Brawer R. Origins: the lives and worlds of modern cosmologists. Cambridge, Mass: Harvard University Press; 1990. 563 p.
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