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Ciencia para hombres

Autor
Andrea Aguila
Andrea Aguila
Alejandro Sophila
Alejandro Sophila
Categoría
Biología
Ciencia
Políticas Públicas
Salud Pública
etica
Fecha de Publicación
2018/07/19
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Tendemos a pensar que la ciencia es independiente de su sexo. No habría matemática ni geometría que se tenga que ajustar dependiendo de los genitales de quien los usa. No habría astronomía para hombres, tal como no hay química lésbica. Nos gustaría levantar la bandera de que la ciencia es para todos (y todas y todes), pero cuando miramos debajo de la alfombra vemos que es mejor guardar la bandera, porque hay mucho trabajo por hacer.
Hay ciencia sexuada.

¿Qué? ¿Ciencia sexuada?

Lamentablemente, sí. Esto ocurre en particular en las ramificaciones científicas que involucran a humanos como receptores últimos de los estudios: en estos casos, existe un fuerte sesgo hacia un subgrupo de un subgrupo de los primates: los hombres.
Y por hombres, no queremos decir «humanos» en genérico (tarea para la casa de los lingüistas: que expliquen por qué «hombres» puede ser sinónimo de «personas»), queremos decir varones.

¡Ay, Etilmercurio! ¡Tan exagerado siempre! #Color

Esto podría ser una declaración de buenas intenciones y terminar en que vemos con esperanza que en el futuro las cosas cambiarán y nos abrazaremos, y todos amigos. Podría ser… Si no fuera porque hay personas que están muriendo a causa del sexismo en la ciencia.
Y esas personas que mueren son… ¿Adivinó? ¡Mujeres!
Hace algunos años, alguien se dio cuenta de algo raro: tomando grandes números y ajustando proporciones, las mujeres involucradas en accidentes de tránsito (conduciendo un vehículo motorizado) parecían fallecer más, o tener lesiones más graves. El 2011, un grupo de investigadores realizó un estudio a partir de datos de todos los accidentes en Estados Unidos entre 1998 y 2008. ¿Qué encontraron?
Ante un accidente, una persona que conduce un auto con su cinturón de seguridad correctamente abrochado, tiene un 47% más posibilidades de lesionarse de gravedad si es mujer.
¿Por qué?
En promedio, las mujeres tienen huesos más pequeños, menos densidad ósea y algunas diferencias en la distribución de su masa, comparado con el promedio de los hombres. Estos cambios en la configuración generan condiciones físicas distintas ante un impacto. De hecho, los sujetos de prueba femeninos tienden a ganar mayor aceleración y movimiento más rápido que sus contrapartes masculinas (1). Increíblemente, los famosos Crash-test Dummies (Mmm Mmm Mmm Mmm) ¡solo se fabricaban con características masculinas!
Recién en 2012 empezaron a usarse muñecos de prueba con características femeninas así que, actualmente, hay enormes cantidades de vehículos circulando por el mundo que son extraordinarios protegiendo a los hombres (varones) y pésimos protegiendo a las mujeres.
«Mira, si enfocas con cuidado vas a poder leer la parte del estudio que considera a las mujeres».
Ya, pero eso es problema de la industria de autos. Es porque promocionan sus vehículos con mujeres en bikini y son machistas, #SeSabe.
Bueno. Entonces hablemos de algo que no tenga intervención de una industria. Hablemos de algo general, como los infartos al corazón.
Afectan a hombres y mujeres, ¿cierto? Sí, pero no de la misma forma (2).
Por décadas, la televisión e incluso campañas oficiales para la prevención de muertes por infartos al corazón nos han enseñado a detectar síntomas que son indicativos de que el infarto está ocurriendo. Todo bien con que se eduque: el problema es que los síntomas que nos han enseñado a detectar en un infarto son síntomas que se dan mayoritariamente en… ¿Adivinó otra vez? Sí, varones.
Mientras en los hombres los síntomas iniciales de un cuadro cardíaco son (principalmente) dolor agudo en el pecho y brazo izquierdo, en mujeres los síntomas son otros: molestias en la mandíbula o dientes, fatiga inusual, molestia en los brazos y quedarse sin aliento (3).
Además, hay una tendencia cultural a que las mujeres posterguen sus cuidados de salud para cumplir con los roles de género que le ha impuesto la sociedad: esto las lleva muchas veces a desestimar los síntomas y no acudir a servicios de emergencia cuando es necesario. Y esto, en consecuencia, aumenta la probabilidad de fallecer. (4).
«Ya, pero… ¿Si una persona está sufriendo un infarto en la calle, recibe ayuda de transeúntes, independiente de si es hombre o mujer? ¿Cierto? ¿Cierto?».
Lamentablemente, no.
En un estudio realizado en Estados Unidos, donde se analizaron 19.331 infartos (5), los datos mostraron que ante un caso de infarto en la vía pública, el 39% de las mujeres recibieron Reanimación Cardio-Pulmonar (RCP) por parte de transeúntes, en contraste con el 45% de los hombres. No solo se detectaron diferencias en la cantidad de intentos de reanimación, también se detectó que los hombres tenían un 23% más de probabilidad de sobrevivir.
Ah… Pero en la calle. Apuesto que en los hospitales la cosa es distinta…
En Chile se analizó la tasa de mortalidad intrahospitalaria. Se trataba de la primera evaluación realizada en Chile después del GES (6) y mostró que en las mujeres hubo una menor mortalidad intrahospitalaria que en hombres. Dicho de otra forma, luego de la implantación del GES, se empezaron a morir menos mujeres en los hospitales. Esta reducción en la mortalidad está relacionada con el incremento en la terapia farmacológica, procedimientos de reperfusión y de revascularización en ellas. Antes de que esta política pública fuera implementada en el país, no se contaba con una guía clínica igualitaria para hombres y mujeres: muchos de los síntomas que estas señalaban en la urgencia eran considerados crisis nerviosas, ataques de pánico o histeria (¡PLOP!).
Así que sí, en los hospitales chilenos la situación mejoró… Porque se generó conciencia de que hay tratamientos diferenciados para hombres y mujeres.

¿Pero, por qué se produce este sesgo?

No hay una única razón, pero si miramos prácticas científicas que han sido ajustadas en la última década, podremos ver que, en general, tanto las investigaciones, como la aplicación práctica de las mismas (lo que comúnmente llamamos innovación) utilizan una premisa tan peligrosa como falsa: el organismo masculino es el estándar y el femenino es una variación del mismo.
A los amantes de la literatura les sonará parecido al popular mito de la creación del mundo, en el que se crea al hombre a partir de barro y luego a la mujer a partir de un hueso del tórax del hombre.
Eso es precisamente lo que sucede en ciencia (no lo del barro y la costilla). En investigación básica se asume que se debe abrazar un estándar (para reducir las variables a controlar) y ese estándar es el sujeto masculino. Y no hablamos de pruebas en humanos varones (aún), hablamos de que incluso para investigación preclínica con ratas de laboratorio, se seleccionan especímenes macho (7 y 8).
¿Por qué?
Se pensaba (y en algunas partes, se sigue pensando) que el ciclo ovulatorio de los especímenes femeninos altera los conteos hormonales y, por lo tanto, «ensucia» los datos. Para investigaciones con presupuesto limitado la solución parecía simple: eliminar esa variable usando solo especímenes machos. Lamentablemente, esa decisión deja fuera las interacciones normales de poco más del 50% de la población mundial.
Por estas decisiones es que, ante un mismo medicamento, la cantidad de efectos adversos es mayor y sus consecuencias más graves en mujeres.
Es decir, el sistema partió mal, diseñado para que sufran y se mueran las mujeres.
Ni Thanos se atrevió a tanto.
Spoiler alert.
Afortunadamente se han hecho cambios, pero falta camino por recorrer. En 2010 se hizo un estudio que revisó los artículos científicos publicados durante el año anterior que hicieran mención al uso de roedores. Como resultado se pudo observar que en todas las áreas que son más directas para aplicaciones en humanos, se usaban mayoritariamente roedores machos. (9).
Todas estas cosas son fácilmente detectables teniendo más mujeres haciendo ciencia, más mujeres a cargo de investigación, más mujeres guiando tesis y, en general, más mujeres trabajando en ciencia y tecnología.

¿Dónde están las muherehhhh? ¿Por qué no les interesa estudiar ciencia?

Esta es una de las creencias machistas más comunes: que la ciencia es territorio de hombres porque, por alguna razón mística o natural, los cerebros de hombres son más aptos para hacer ciencia que el del resto. Es una creencia tan poco fundamentada como antigua. Pero que se ha repetido lo suficiente como para que sirva de cemento para los ladrillos en los que sostiene una cultura sesgada.
Estudios recientes muestran que el interés de las mujeres por la ciencia tienen más que ver con su educación en etapas tempranas que con una predisposición neurobiológica a preferir una carrera científica. Estudios anteriores habían sido poco concluyentes principalmente por las influencias de factores socioeconómicos y, por eso, analizados a temprana edad, los sujetos (independiente de su sexo) deberían mostrar sus capacidades de igual formal. Así fue como estos estudios realizados en preescolares indican que no existen diferencias sustanciales entre niños y niñas en cuanto a sus capacidades matemáticas (10). Pero no termina ahí, porque una vez que deciden estudiar una carrera científica, el entorno muchas veces les pone obstáculos significativos.
Incluso cuando han seguido el camino completo y comienzan a generar conocimiento a través de investigaciones, se pueden topar con situaciones como que el revisor de un paper lo rechace indicando que faltan hombres como autores.
Finalmente, pareciera que los hombres también son favoritos para integrar comités de elevadísima expertise y para ganar premios como los nacionales de ciencias. La Academia Chilena de Ciencias tiene 32 miembros, con solo 5 mujeres en la plana. Y para qué decir de los premios nacionales de ciencias naturales, donde solo cuatro científicas han sido galardonadas (nótese que en el sitio web se mezclan las mujeres ganadoras de los premios de ciencias naturales con humanidades, ciencias sociales y educación).

La próxima revolución científica… ¿será feminista? ¿o no será?

La carrera científica tiene un sinnúmero de obstáculos para las mujeres. Obstáculos que empiezan en el colegio, donde nos enseñan que las matemáticas, la biología y la tecnología son cosas de hombres. Es más: se ha comprobado que, desde la adolescencia, las niñas pierden interés en STEM (11). Luego, las pocas sobrevivientes se enfrentan a una serie de microagresiones (12) (y a veces acoso en su sentido más estricto) que van desde el «¿Qué hace acá? Las mujeres pertenecen a la cocina» y muchas otras joyas. Cuando alcanzan niveles académicos mayores, sus mismos pares comienzan a relegarlas a cargos alejados de la investigación solo por ser mujeres. La creencia (o la costumbre tal vez) es considerarlas más maternales y que, por lo tanto, trabajan mejor atendiendo estudiantes y realizando tareas que los hombres no están dispuestos a hacer. Esto teniendo las mismas aptitudes —o mejores— que sus pares masculinos.
Las recientes movilizaciones feministas en muchas universidades chilenas han ido corriendo el cerco de lo posible, demostrando que este es un problema que preocupa a muchas personas y que exige acciones sociales. La exclusión y la discriminación de las mujeres en ciencia no es solo un problema porque se les dañe, sino que es un problema para la ciencia misma. Como hemos visto con unos pocos ejemplos, su exclusión de las carreras científicas han generado sesgos en las investigaciones, pero además nos han privado de muchas personas (más de la mitad de la población mundial) que probablemente tenían talento para la ciencia y podrían haber hecho grandes descubrimientos… Si solo hubiesen nacido con los genitales «correctos».

Referencias

1. Chalmers University of Technology. Female crash test dummy can reduce injuries [Internet]. [citado 18 de julio de 2018]. Disponible en: https://phys.org/news/2012-08-female-dummy-injuries.html 2. McSweeney JC, Rosenfeld AG, Abel WM, Braun LT, Burke LE, Daugherty SL, et al. Preventing and Experiencing Ischemic Heart Disease as a Woman: State of the Science. Circulation. 29 de marzo de 2016;133(13):1302–31. Disponible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5154387/ 3. McSweeney J, Cleves MA, Fischer EP, Moser DK, Wei J, Pettey C, et al. Predicting coronary heart disease events in women: a longitudinal cohort study. J Cardiovasc Nurs. diciembre de 2014;29(6):482–92. Disponible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/24231895/ 4. Gallagher R, Marshall AP, Fisher MJ. Symptoms and treatment-seeking responses in women experiencing acute coronary syndrome for the first time. Heart Lung. diciembre de 2010;39(6):477–84. Disponible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/20561851/ 5. Blewer AL, McGovern SK, Schmicker R, Morrison LJ, May S, Aufderheide TP, et al. Abstract 16409: Gender Disparities Among Patients Receiving Bystander Cardiopulmonary Resuscitation in the United States. Circulation. 14 de noviembre de 2017;136(Suppl 1):A16409–A16409. Disponible en: http://circ.ahajournals.org/content/136/Suppl_1/A16409 6. Nazzal N C, Campos T P, Corbalán H R, Lanas Z F, Bartolucci J J, Sanhueza C P, et al. Impacto del plan AUGE en el tratamiento de pacientes con infarto agudo al miocardio con supradesnivel ST, en hospitales chilenos. Revista médica de Chile. octubre de 2008;136(10):1231–9. Disponible en: https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-98872008001000001&lng=es&nrm=iso&tlng=es 7. Instituto de Salud Pública. Sección Estudios Clínicos : Información General | Instituto de Salud Pública de Chile [Internet]. [citado 18 de julio de 2018]. Disponible en: http://www.ispch.cl/anamed/subdeptoregistro/seccion_estudios_clinicos/info_gral 8. Klein SL, Schiebinger L, Stefanick ML, Cahill L, Danska J, de Vries GJ, et al. Opinion: Sex inclusion in basic research drives discovery. Proc Natl Acad Sci U S A. 28 de abril de 2015;112(17):5257–8. Disponible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4418862/ 9. Beery AK, Zucker I. Sex Bias in Neuroscience and Biomedical Research. Neurosci Biobehav Rev. enero de 2011;35(3):565–72. Disponible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3008499/ 10. Kersey AJ, Braham EJ, Csumitta KD, Libertus ME, Cantlon JF. No intrinsic gender differences in children’s earliest numerical abilities. npj Science of Learning. 6 de julio de 2018;3(1):12. Disponible en: https://www.nature.com/articles/s41539-018-0028-7 11. Deakin University. The importance of gender diversity in STEM [Internet]. this. 2016 [citado 18 de julio de 2018]. Disponible en: http://this.deakin.edu.au/innovation/the-importance-of-gender-diversity-in-stem 12. Cary Funk, Kim Parker. Women and Men in STEM Often at Odds Over Workplace Equity | Pew Research Center [Internet]. [citado 18 de julio de 2018]. Disponible en: http://www.pewsocialtrends.org/2018/01/09/women-and-men-in-stem-often-at-odds-over-workplace-equity/

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