Por Scott A. Reynhout
Créditos de la fotografía: Rayuela
Esta es la traducción al castellano del artículo original de Scott A. Reynhout, publicado el 27 de noviembre de 2019. Al final, se incluye un apéndice realizado por el equipo de Etilmercurio y el mismo Scott con información actualizada.
El 21 de noviembre pasado, Amnistía Internacional publicó un duro informe sobre la respuesta policial a las protestas en Chile. Específicamente, acusan a Carabineros de usar la violencia intencional —incluyendo disparos a la cara— como parte de una estrategia de intimidación cuyo propósito sería disuadir futuras protestas. Las acusaciones levantan serios cuestionamientos sobre la voluntad y capacidad de Carabineros para realizar su labor de mantener el orden público sin violar los derechos humanos, lo que es un verdadero tiro por la culata para la institución. En una movida quizás poco sorprendente, el gobierno inmediatamente rechazó el informe de manera categórica, específicamente debido a la acusación de que «en Chile hay una política de violación de los derechos humanos con la intención de dañar a los manifestantes y neutralizar la protesta social».
Alejándome un poco de este debate, quiero adoptar una mirada más científica sobre un aspecto de la discusión que permanece poco claro hasta ahora: ¿la policía está disparando al rostro de manera intencional o solamente accidental? En este texto demuestro que es casi seguro, en términos estadísticos, que Carabineros ha estado apuntando a la cabeza de los manifestantes.
Un número inusualmente alto de personas ha recibido disparos de una munición misteriosa directamente en la cara.
Para comenzar, una gran cantidad de manifestantes en Chile han necesitado atención de emergencia por heridas de disparos en la cara. Siendo más específico, muchas organizaciones han dado cuenta de un número inusualmente alto de heridas oculares severas causadas por armas «menos letales» que, supuestamente, disparan munición «de goma».
En un artículo anterior demostré, desde una perspectiva balística, que los perdigones «de goma» parecen ser mucho más peligrosos de lo que se informó previamente y afirmé que Carabineros demuestra una profunda ignorancia sobre los principios más básicos de las armas de fuego. Mi análisis estaba motivado por un estudio de la Universidad de Chile que sugería que la densidad y composición de los perdigones «de goma» usados por Carabineros era inconsistente con perdigones hechos de goma sin adulterar, incluso en estado vulcanizado. Estas conclusiones fueron reforzadas por análisis posteriores hechos por la Universidad Austral y por la Universidad de Valparaíso, que confirmaron la presencia de plomo, bario y silicio en perdigones que además presentaban una densidad inusualmente alta.
Mucha información adicional ha salido a la luz respecto a los problemáticos cartuchos. En primer lugar, Carabineros publicó una ficha técnica elaborada por la Dirección de Logística de la institución con la composición de los perdigones. Esta ficha —tal como detallé en la versión en castellano de mi análisis anterior— muestra que los perdigones son incluso más peligrosos de lo que se podía inferir de los datos presentados en el informe de la Universidad de Chile y, además, alimenta dudas sobre el conocimiento de la institución policial sobre las armas de fuego que ellos mismos utilizan.
En segundo lugar, se publicó una ficha de especificaciones técnicas dada a conocer por el proveedor de los cartuchos, que advertía específicamente que debían ser disparados solo a las piernas de sus objetivos a distancias no menores a 20 metros.
En tercer lugar, se dio a conocer un informe interno elaborado por Carabineros que reporta los efectos balísticos de los perdigones y advierte que el uso a menos de 25 metros puede perforar la piel y provocar heridas de gravedad, e incluso a distancias mayores pueden causar traumas oculares severos. El reporte concluía indicando que las armas no debían ser usadas a distancias menores a 30 metros, e incluso en esta situación, solo apuntando al tercio inferior del cuerpo del objetivo.
En respuesta, Carabineros adoptó una nueva estrategia y sugirió que la cantidad de heridas oculares se debía a la imprecisión inherente de este tipo de municiones. «El que la usa [la escopeta] no controla la trayectoria de los perdigones», afirmó el jefe de Fuerzas Especiales. Otro general comparó, de manera poco afortunada, el uso de escopetas en manifestaciones con la quimioterapia: «Se matan células buenas y células malas». El mismo general también afirmó que «los tiros de perdigones [...] no tienen una posibilidad de hacer una puntería directa», dichos que fueron repetidos por el Director General de Carabineros, Mario Rozas.
Al no haberse descubierto órdenes escritas explícitas de disparar a la cabeza de los manifestantes, es casi imposible demostrar (salvo en casos excepcionales) que los efectivos de Carabineros están a propósito apuntando a la cara a distancias que podrían destrozar los ojos. Lo que se puede hacer, en cambio, es evaluar la hipótesis nula: ¿el elevado número de heridas oculares puede ser explicado por simple azar?
FI1001: Introducción a las escopetas
Para dimensionar la posibilidad de que las heridas oculares puedan ocurrir por mera casualidad, primero es necesario saber un poco sobre el funcionamiento de las escopetas.
Las escopetas son armas de fuego diseñadas para disparar cartuchos de plástico llenos de pequeños proyectiles (esferas conocidas como perdigones), aunque también pueden disparar proyectiles individuales. Los proyectiles pueden ser de distintos tamaños y pesos dependiendo del uso para el que fueron pensados, pero en todos los casos la ventaja que tienen los perdigones por sobre las balas es su dispersión: cada perdigón sigue una trayectoria individual al salir del cañón, lo que produce una «nube» de proyectiles que abarcan un área mayor a la que tendría una sola bala.
Los perdigones continúan separándose a medida que viajan por el aire, es decir, su dispersión aumenta junto con la distancia que cubren. Esta dispersión puede ser reducida mediante el uso de un «estrangulador», un aparato instalado en el cañón de la escopeta que altera las dimensiones de la nube de perdigones, haciendo que cubra un área menor cuando impacta su objetivo (el patrón de disparo). El largo del cañón tiene un pequeño efecto en la velocidad de los proyectiles al salir del cañón y también afecta indirectamente la precisión del disparo dada la configuración de la mira de las escopetas, pero no tiene efecto en el patrón.
La dispersión ayuda cuando se están cazando presas pequeñas, cuando la menor energía cinética de los perdigones individuales se compensa por una mayor probabilidad de impactar el objetivo. De hecho, es precisamente la menor energía cinética de los perdigones lo que ha llevado a la proliferación de escopetas en la fuerza pública, donde la menor capacidad de penetración de cada perdigón significa menor probabilidad de provocar heridas serias a los transeúntes.
La dispersión es mucho menor en el mundo real que la que vemos en los videojuegos. A unos nueve metros (alrededor de 30 pies), el diámetro de un círculo que circunscribe el patrón de disparo de una escopeta de orificio cilíndrico (sin estrangulador) es de aproximadamente 50 cm (19 pulgadas). El diámetro del patrón de disparo aumenta casi linealmente hasta una distancia aproximada de 40 metros, donde alcanza unos 150 cm. La alta dispersión, así como la disminución de la energía cinética, vuelve las escopetas progresivamente menos efectivas a partir de esa distancia.
Fuente: [Montana Hunter’s Ed
Aunque es posible predecir las tendencias generales de los patrones de los disparos, un cierto grado de incertidumbre es inevitable cuando se habla de la precisión de las escopetas. Es decir, si apuntas con una escopeta, estarás razonablemente seguro de que algunos de los perdigones darán en el blanco, pero algunos de estos proyectiles no se comportarán necesariamente como quisieras. Nuevamente, esto es parte integral de la experiencia de usar escopetas y es lo que distingue las escopetas de los rifles o pistolas. Sin embargo, también introduce un cierto grado de ambigüedad cuando se discute sobre impactos potencialmente «accidentales» en la cara. Por ejemplo, es difícil afirmar que 170 disparos a la cara con balas de rifle son todos resultados de un simple condoro, pero no es tan fácil descartarlo cuando hablamos de escopetas.
Simulando 5.000 disparos al cuerpo
Quiero determinar de forma estadística si es verosímil que Carabineros NO ha apuntado a la cara de los manifestantes cuando usan las escopetas llenas de perdigones «de goma». Al momento de escribir esto, 163 personas han sufrido heridas oculares graves por proyectiles de un total de 1.737 personas heridas por proyectiles. Esto nos da una tasa de, aproximadamente, 1:10. Es decir, más o menos uno de cada diez proyectiles que ha sido disparado por Carabineros y ha impactado en una persona ha dañado un ojo.
Pensando solamente en escopetas, si las heridas oculares ocurrieran solo por la dispersión natural de las municiones, entonces deberíamos poder replicar esas probabilidades usando simulaciones de disparos que no apunten a la cabeza. Si no puedo replicar esas probabilidades, significaría que Carabineros debe estar apuntando a la cabeza.
En específico, quiero responder la siguiente pregunta: la tasa de disparos que llegan a los ojos versus el total de disparos que llegan al cuerpo, ¿es significativamente distinta de la tasa generada por la dispersión natural de un tiro de escopeta apuntado hacia el centro de masa de una persona?
Para estudiar esto, escribí un código que simula el disparo de un cartucho de 12 perdigones apuntado al pecho de una persona ubicada a una distancia específica. Entonces procedo a «dispararle» a esta persona 5.000 veces para determinar cuántas de estas veces el resultado es un proyectil que impacta en los ojos. . Los resultados se ven más o menos así:
Resultados de un modelo de prueba para un disparo de 12 perdigones a 20 m de distancia. El anillo interior corresponde a un círculo de 50 cm de diámetro y el anillo exterior corresponde a un círculo de 100 cm (1 m) de diámetro. La figura humana es un blanco de tamaño humano estándar usado por la International Practical Shooting Confederation (Confederación Internacional de Práctica de Tiro, IPSC). Las cajas para los ojos, que no forman parte de un blanco estándar de la IPSC, corresponde a las dimensiones promedio de las órbitas oculares humanas, que se ubican a una distancia de unos 29 cm del centro de masa definido por la IPSC. En este contexto, no es realmente significativo determinar probabilidades a partir de un solo disparo.
Escogí el centro de masa del cuerpo como el blanco porque no hay evidencia (al momento de escribir esto) de la existencia de órdenes específicas de Carabineros para disparar a alguna parte específica del cuerpo. Los cursos de uso de armas de fuego convencionales enseñan a apuntar al centro de masa (el pecho, más o menos a la altura del esternón), así que escogí este punto como referencia para realizar los experimentos. De todas formas, si los efectivos de Carabineros tenían instrucciones de apuntar hacia las piernas, esto haría que la tasa de incidencia de heridas oculares fuera aun más difícil de explicar como resultado de un accidente.
Los resultados completos están presentados abajo.
La probabilidad de un impacto en un ojo en las pruebas varía entre 1:499 hasta 1:29. En comparación, como veíamos anteriormente, las probabilidades reales de recibir un impacto en un ojo en la calle a partir del 18 de octubre son de 1:10, de acuerdo con los datos que tenemos. Los datos más conservadores para la tasa de impactos en el ojo comparados con la tasa observada en la realidad de impactos en el ojo (simulados a 30 metros de distancia) es de 2,96 (con un 95% de intervalo de confianza 2,37-3,70), lo que significa que si usted participa en una protesta, tiene al menos el triple de probabilidades de recibir un disparo en un ojo que en una situación de control donde los disparos de escopeta siempre apunten al pecho.
Con esto concluyo que, estadísticamente, es casi seguro que los efectivos de Carabineros han estado apuntando al rostro.
Esto va a sonar extraño, pero todavía no estoy totalmente convencido de que los carabineros hayan estado apuntando a la cara a propósito. Veamos: el problema más importante asociado a simular disparos de escopeta es que, al igual que en cualquier otra disciplina, los modelos computacionales no pueden capturar bien el factor humano. En el ejercicio de modelamiento que presenté antes, yo supuse que este factor no existía al suponer que todos y cada uno de los tiros eran hechos apuntando de manera precisa y perfecta. En el mundo real, esto es bastante cuestionable y tengo serias dudas de la habilidad de los carabineros para mantener sus objetivos en la mira.
Para ilustrarlo, consideremos el informe interno de los efectos de los cartuchos en cuestión. El estudio consistió de un análisis balístico de la habilidad de los perdigones «de goma» para penetrar en un objetivo de madera terciada de 50x50 cm y alrededor de 0,9 cm de grosor. Se hicieron pruebas con disparos a distancias de 5, 10, 15, 20, 25 y 30 metros. De inmediato queda claro que el tirador tuvo grandes dificultades para conseguir que el patrón de disparo cayera dentro del objetivo. A 10 metros, el tirador fue incapaz de impactar la plancha de madera con la totalidad de los perdigones: el disparo erró hacia arriba. A 15 metros, erró muy a la izquierda, a 20 metros es imposible saber qué sucedió y, por milagro, a 25 metros se convirtió en Guillermo Tell y 10 de 12 de los perdigones impactaron en el objetivo. A 30 m (la distancia recomendada de uso) solo dos de 12 perdigones impactaron el blanco. Todo esto dentro del entorno controlado de un campo de tiro.
Aquí intenté reconstruir el patrón de disparo de un tiro a 15 m de un blanco de 50x50 cm, tal como se hizo en el informe interno de Carabineros de 2012 sobre la balística de los perdigones «de goma». Incluso sin los proyectiles parece claro que el tirador falló hacia la izquierda en el entorno controlado de un polígono de tiro techado.
Image from the 2012 report, showing the shooting stance used for the 15-m test.
Image from the 2012 report, showing the shooting stance used for the 15-m test
¿Quién falló aquí? ¿La escopeta o el tirador? Yo sugiero que es el tirador: no hay ninguna tendencia que pueda deducirse al observar a los patrones de disparo y, en cualquier caso, sería un problema igual de serio el que Carabineros esté usando en terreno armas de fuego que no pueden disparar con precisión a 10 metros de distancia. Así que, aunque es posible que los efectivos de Carabineros hayan estado apuntando a propósito al rostro, es igualmente posible que una pobre puntería —combinada con una mala elección de la munición para la distancia en que los disparos son efectuados— esté jugando un rol significativo en el alto número de lesiones oculares.
Póngase en las botas de un joven carabinero: está en el centro de Santiago, siendo ampliamente superado en número por manifestantes furibundos que le gritan toda clase de insultos. Le tiran piedras y otros proyectiles, está medio enceguecido por el gas lacrimógeno o bien drogado o bien totalmente exhausto. ¿Estaría usted en condiciones para recordar el protocolo indicado en un reporte de siete años de antigüedad que quizá ni siquiera se distribuyó mucho internamente para apuntarle justo a las piernas de un manifestante a precisamente 30 metros de distancia con una escopeta relativamente corta (y, por lo tanto, menos precisa) que va a dispersar sus proyectiles en un área de más de un metro cuando impacten en su objetivo?
Quiero ser enfático en que esto no es una defensa del actuar de Carabineros, ni como individuos ni como institución. Si los oficiales son incapaces de usar correctamente las armas menos-letales en la vida real, entonces simplemente no deberían usarlas.
O, más específicamente, estas municiones. Las municiones especializadas de escopeta, como las beanbag son también muy problemáticas y pueden causar heridas potencialmente mortales. Pero su gran ventaja es que son un proyectil único y, por lo tanto, pueden ser disparadas de forma mucho más precisa que una nube de proyectiles. Imagino que esta es una de las razones para la completa ausencia de perdigones «de goma» en los arsenales de las fuerzas de seguridad estadounidenses en favor de las municiones beanbag porque, incluso en circunstancias ideales, el riesgo de errar el tiro es muy alto para justificar el uso de perdigones «de goma» como armas antidisturbios. En cualquier caso, es mucho más fácil identificar los casos de negligencia cuando un único disparo impacta en la cabeza, lo que, a su vez, eliminaría los titubeos que han dilatado la restricción de uso de perdigones «de goma» en las calles.
Munición del tipo beanbag que se encontró alojada en el cráneo de un civil en Santiago (imagen del reporte de Human Rights Watch sobre la respuesta policial a los disturbios en Chile). Un análisis balístico de estas municiones está más allá del alcance de este artículo pero, en principio, para que una munición beanbag penetre el cráneo debería haber sido disparada casi a quemarropa y directamente a la cara. Lo que he hecho aquí es un ejercicio numérico que sugiere que Carabineros ha estado disparando a la cara, pero la gente en la calle ya sabe la verdad.
Independientemente de si existe o no mala intención, resulta claro que Carabineros es incapaz de controlar el uso de estas municiones para evitar causar daño permanente a sus objetivos (y, potencialmente, a civiles a su alrededor). Aunque tarde, el general director de Carabineros, general Mario Rozas, mostró cautela suficiente cuando decidió retirar estas municiones de las calles. Solo espero que el liderazgo de Carabineros continúe mostrando flexibilidad doctrinal y disponibilidad a comprometerse con los cambios que vendrán.
Por Equipo Etilmercurio y Scott Reynhout
Según datos de la Dirección Nacional de Orden y Seguridad de Carabineros, hasta el 24 de noviembre, en 6.100 eventos violentos, los efectivos de Carabineros han utilizado 161.489 cartuchos de escopeta, 98.223 bombas lacrimógenas calibre 37 y 18.032 granadas de mano. Suponemos que estos datos se refieren solamente a las jornadas de protesta (~38 días), por lo que esto significaría que han disparado 4.250 cartuchos de escopeta diarios o 177 por hora, o 3 por minuto, cada minuto de cada hora de cada día desde el inicio de las manifestaciones. En el caso de las bombas lacrimógenas, significaría que han lanzado 2.585 bombas diarias o 108 por hora, o 1,8 por minuto.
De todos modos, según consigna La Tercera, «las cantidades [de municiones menos letales] que se adquieren no son públicas, pues es considerada información que se relaciona con la seguridad nacional».
No tenemos antecedentes suficientes para afirmar que las cifras de disparos consignadas por Carabineros son exageradas o no. Pero, a modo de comparación, podemos afirmar que en Hong Kong se han usado 3.000 cartuchos antidisturbios y 6.000 bombas lacrimógenas durante los 150 días (aproximados) de protesta entre el 1º junio y el 31 octubre de este año.
Por otra parte, y pese al anuncio del general director de Carabineros, los casos por heridas de perdigones siguieron aumentando entre el 21 y el 25 de noviembre y actualmente llega a 29 personas heridas por día, según cifras del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH). Después del anuncio de Rozas, disminuyó el número de heridas oculares por perdigones, pero aumentaron las heridas oculares por lacrimógenas: «Ha aumentado el número de pacientes proporcionalmente que han sido dañados por las bombas lacrimógenas que han caído directamente a sus ojos», dijo a Cooperativa el vicepresidente del Colegio Médico, Patricio Meza. De estos casos, el más emblemático es sin duda el de Fabiola Campillay, quien recibió un impacto de lacrimógena directamente en los ojos y quedó totalmente ciega. Al tratarse de un único proyectil y no ser el único caso, a nuestro entender queda aun más claro que, con protocolos o sin ellos, los efectivos de Carabineros están disparando al rostro.
Notas:
1.
Ocupo con precaución 1:10 como la tasa actual de lesiones oculares versus personas impactadas por perdigones, teniendo en cuenta que hay ciertos grados de incertidumbre. No tengo acceso al número exacto de lesiones oculares por perdigones, porque es muy probable que las lesiones por «balines» también correspondan a lesiones por los mismos perdigones «de goma». Además, la gran cantidad de heridos por «armas de fuego no identificado» es otro factor desconocido. A nivel conceptual, si los perdigones fuesen menos responsables de las lesiones oculares por proyectiles, sugeriría con mayor fuerza que se ha apuntado hacia el rostro.En conversaciones que he sostenido después de publicar el artículo original, me hicieron darme cuenta de que estoy suponiendo que la tasa de lesiones reportados por el INDH es igual al número de impactos actuales. Lo más probable es que exista un cierto número de personas heridas por perdigones que no buscaron atención médica y, por eso, estarían fuera de las cifras originales, mientras la mayoría de lesiones oculares probablemente iban a la urgencia. Esto tendría el efecto de aumentar la tasa actual de lesiones oculares por perdigones versus personas impactadas por perdigones, lo que haría más probable que las lesiones oculares ocurrieran solo por azar. Pero para explicar todas las lesiones oculares por azar se requeriría que las personas baleadas por Carabineros fuesen al menos tres veces más que las indicadas por el INDH. Es decir, un total de >5,000 (ver nota de pie 3).
2.
3.
El modelo de dispersión es una simulación Monte Carlo simple de la dispersión de perdigones de una escopeta a una distancia específica y un número de disparos. El modelo se basa en los siguientes principios: 1) un porcentaje conocido de perdigones disparados a cierta distancia desde una escopeta de cañón cilíndrico debe entrar en un círculo de 30 pulgadas (alrededor de 76 cm); y 2) que la dispersión de perdigones en el patrón de disparo es gaussiana. Se usan valores conocidos ( Oberfell and Thompson, 1960 ) para crear una curva logarítmica (r 2 = 0.9983) que describe la dispersión de perdigones en la distancia. Se grafica el impacto de 12 perdigones por disparo en coordenadas polares, definiendo rho como un valor al azar distribuido normalmente con respecto a la dispersión anticipada a una distancia específica y se define theta como un valor al azar. El proceso se repite 5.000 veces a 15, 20, 25, 30, 35 y 40 metros. Los impactos de perdigones se escalan a 0,8 cm (el diámetro de una munición «de goma») y los impactos en el ojo se cuentan manualmente como impactos que caen total o parcialmente en dos polígonos de 4,0 x 3,5 cm ubicados a 29 cm del centro de masa, lo que se aproxima al área de dos órbitas oculares a una distancia estándar del centro de masa. El «centro de masa» se define como la «zona A» en el blanco estándar de la IPSC.
4.
Otra forma de enfocar el tema es considerar que si la prueba a 30 m produjera una cantidad de heridas oculares similar a la realidad (n=169) y si dichas heridas ocurrieran solo por una dispersión azarosa, debería haber alrededor de 5.000 personas con heridas de escopeta en los hospitales.
5.
La prueba balística es en verdad exasperante. Cualquier prueba balística medianamente decente ubicaría el arma de fuego en un soporte y alinearía de forma apropiada el cañón utilizando un eje de puntería (ver un ejemplo aquí) o, al menos, pondría el tirador en una posición de disparo más estable. Un disparo único a cada distancia (léase como un punto de dato) es penosamente inadecuado para evaluar los efectos balísticos de una nube de perdigones —para qué decir del patrón—. A nivel conceptual, podríamos decir que contabilizar los proyectiles que fallaron el blanco es un fracaso, ya que el objetivo de la prueba era evaluar las heridas que podrían causarse a civiles a distancias determinadas. ¡Lo único que deberían haber hecho era instalar una plancha de madera más grande! Mi intención original era usar la prueba de Carabineros como una forma de calibrar la dispersión de los perdigones «de goma» usando datos duros, pero este es uno de esos casos en los que los datos son tan defectuosos que son incluso peores que el modelo.
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